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EL APOSTOLADO FRANCISCANO 355 rría que lo olvidaba todo, sin que pudiera de pronto orientarse. Enton- . ces confesaba en presencia del pueblo reunido, que había estudiado por largo tiempo el sermón, pero que no se acordaba de nada; y si después no podía dar con la palabra, lo cual sucedió algunas veces, despedía a la gente, dándole su bendición, y la humildad del Santo ,era el más eficaz sermón, que él hubiera podido predicar. Pero de ordinario después de confesar su propia impotencia le sobrevenía el espíritu de Dios, con lo : cual sin preocuparse más del sermón preparado de antemano comen– : zaba a predicar de improviso con tal elocuencia, que todos los oyentes quedaban llenos de admiración ( 131 ). Menos aún podía él conformarse con predicar sermones ajenos, como era entonces costumbre ( 132 ). Sólo una vez, habiendo de predicar en Roma delante de Honorio III y de la corte pontificia, se dejó inducir . a aprender de memoria un sermón, que el Cardenal Hugolino le había compuesto según todas las reglas del arte. Pero cuando el varón de Dios se presentó a predicar con ese armamento tan desacostumbrado, falló su memoria. Pronto halló la solución; abriendo su breviario se encontró con aquel pasaje del salmo: "La vergüenza cubre mi rostro todo el día" ( 133 ) y aplicando ese texto a los prelados allí presentes, les demostró cómo ellos eran el rostro de la Iglesia y cómo por lo tanto debían procurar a la Iglesia no vergüenza sino honra, cuán terrible es el escándalo y cuán grave la responsabilidad de los malos prelados y cómo ellos deben brillar a los ojos de los fieles con el resplandor de todas las virtudes. Y habló sobre estas cosas con tal profundidad, maestría y seguridad, que los ilustres oyentes quedaron maravillados y conmo– vidos (1 34 ). (131) "De puritate mentis providebat sibi securitatem dicendi sermonem et non praccogitatus mira et inaudita omnibus loquebatur. Si quando vero aliqua mcditatiouc praeveniret sermonem congregatis populis, et meditara quandoque non recordabatur, et loqui alia ignorabat, absque rubore aliquo confitebatur po– pulis, se multa praecogitasse, quorum nihil pe_gitus poterat recordari, sicque de subito tanta eloquentia replebatur, ut in admirationem converteret animos audi– torum. Quandoque vero nihil sciens loqui, benedictione data, ex hoc solo maxi– me pracdicatos populos dimittebat." THoM. CEL. I, n. 72. ( 1 3 2 ) Muchos predicadores, según estaba ya en uso desde siglos atrás (Cfr. Concil. Rem. ll, can. 15, en HARDFIN¡ IV, 1019; Conc. Moguntinunz I, c. 2, ibíd., V, 8; HINcMARI, Archiep. Remensis Capitula, 8, ibíd., V, 392) solían aprender de memoria cierto número de homilías de los Padres u otros sermones compuestos por predicadores célebres y recitarlos invariablemente año tras año. (Cfr. LEcoy DE LA MARCHE, La chaire fran9aise au Mayen Áge, 322.) (133) Psalm., XLIII, 16. (134) THoM. CEL. I, 73; S. BoNAv., c. 12, n. 7; STEPHANUS DE BoRDONE, o. P., Tractatus de septern donis Spiritus Sancti, pars 4, titulus 5, en LEcOY DE LA MAR– CHE, Anecdotes historiques d'Etienne de Bourbon, 215 s., n. 254; 407, n. 473. El relato más completo es el de Esteban de Borbón.
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