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II. SAN FRANCISCO Y CRISTO E L Evangelio se halla encarnado en la persona del Divino Salva– dor; Jesucristo es el corazón y el alma del Evangelio. Observar el Evangelio no significa otra cosa que poner a Cristo por centro de su vida. Que San Francisco haya hecho esto, lo puede ver cualquiera que lea, aunque sea ligeramente, las fuentes de su historia. Pero con eso no está dicho todo. Lo peculiar en las relaciones de Francisco con el Hombre-Dios consiste en que el Santo era un caballero de Cristo, en que se consagró al servicio, a la imitación y al amor del Señor con unos sentimientos y de una manera verdaderamente caba– llerescos. l. En todos tiempos se ha considerado la vida del cristiano como una milicia al servicio de Cristo. El Apóstol de las gentes, que tantas comparaciones y asuntos ha tomado del arte militar, exige que todo cristiano sea "un buen soldado de Cristo" ( 1 ). Más expresamente aún se designó a los religiosos como guerreros de Cristo. San Jerónimo (2), San Agustín ( 3 ) y otros Santos Padres se complacen en llamar a los monjes "soldados de Cristo". El Padre de los monjes de Occidente exclama dirigiéndose a un religioso: "Has negado la propia voluntad y has empuñado las fortísimas y excelen– tísimas armas de la obediencia, para servir como soldado a Cristo Señor, Rey verdadero" ( 4 ). Pero mientras San Benito y sus predecesores se figuran al monje sólo como soldado en el sentido del legionario romano, se convierte en tiempo de las Cruzadas en caballero, en noble vasallo del Señor, en "campeón de nuestro Dios y Señor". La misma palabra miles (sol– dado), que antes sólo designaba al ordinario soldado de a pie, sig– nifica ahora caballero ( 5 ). El entusiasmo de los Cruzados por el (1) T1M., 11, 3. (2) EP., 22, 30; MIGNE, 22, 416. (3) De opere monachorum, c. 28; MmNE, 40, 575. (4) "Ad te ergo nunc mihi sermo dirigitur, quisquis abrenuntians propriis voluntatibus, Domino Christo, vero regi, militaturus obedientiae fortissima atque praeclara arma sumís." S. BENEDICTI Regula, prolog. (5) Cfr. DuCANGE-CARPENTERJUs, Glossarium mediae et infimae latinitatis, s. v. 41

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