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EL APOSTOLADO FRANCISCANO 315 semblante más alegre, sin dejar huellas de su antigua fealdad. Des– apareció la aridez anterior y el campo antes seco se cubrió de abun– dante cosecha; la viña, hasta ahora inculta, produjo génnenes de olor agradable a Dios, y dando de sí flores de suavidad 'produjo al propio tiempo frutos de honor y honestidad. Por todas partes reso– naban las acciones de gracias y los cánticos de alabanzas, de tal modo que muchos desechando los cuidados mundanos, por la imitación de la vida y doctrina del bienaventurado Padre San Francisco llegaban al conocimiento de sí mismos y aspiraban más y más al amor y venera– ción del Creador. Muchos hombres del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y legos, movidos por divina inspiración comenzaron a juntarse a San Francisco deseando militar bajo su magisterio y disciplina. El Santo de Dios, a manera de caudalosísimo río de gracia celestial inun– daba a todos ellos con la lluvia de sus dones extraordinarios, ador– nando el campo de su corazón con las flores de las virtudes; y él fué el artífice consumado, según cuyo modelo, norma y doctrina se renueva la Iglesia en ambos sexos y triunfa la triple milicia de los que han de salvarse. Asimismo a todos daba normas de vida y enseñaba con exac– titud el camino de la salvación" ( 57 ). En un principio sólo Umbría y la Italia Central gozaron de las bendiciones del apostolado franciscano, pues sólo por excepción y de paso avanzaban los predicadores a regiones más lejanas. Ante todo se trataba de probar y adiestrar en un campo reducido a los todavía poco numerosos trabajadores de que disponía Francisco, sin que por eso olvidara un momento el santo Fundador, que todo el mundo era el campo de su actividad y de la de sus Frailes. Ambas cosas son igual– mente asombrosas; la poderosa fuerza de propaganda, con que el ideal franciscano atrajo en poco tiempo numerosas fuerzas activas (" 8 ), y la incomparable osadía con que esas fuerzas fueron puestas para siempre al servicio del apostolado. Los Tres Compaizeros afirman que ya en el primer Capítulo de la Orden el principal cuidado de San Francisco se dirigió tanto a forta– lecer interiormente el Instituto por la fiel observancia de la Regla, cerno a ensanchar al exterior su actividad enviando predicadores popu– lares a todas las provincias ( 59 ). En 1216 escribe Jacobo de Vitry que (57) THoM. CEL. I, n. 36-37. (58) Con razón dice HARNACK (Lehrbuch der Dogmengeschichte, III, 3" ed., Leipzig, 1897: 383) "El ideal de pobreza y de renunciamiento ascético, al aña– dírsele el nuevo elemento de la vida apostólica, adquirió una inmensa fuerza inmanente de propaganda, como jamás la había poseído antes el monaquismo y que por otra parte no es propia, ni antes ni ahora, a la esencia del mismo." (59) "In pentecoste convenieb::mt omnes fratres apud Sanctam Mariam, et tractabant, qualiter melius possent regulam observare, atque constituebant fra– tres per diversas provincias, qui populo praedicarent." Tres Soc., n. 57.

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