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288 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS sino que trabajaba también para otros ( 62 ); y consideraba como el ideal de un verdadero franciscano el alimentar, vestir y proporcionar en abundancia todo lo necesario a todos los pobres del mundo ( 63 ). El Beato Luchesio, convertido por la predicación de San Francisco, vendió sus cuantiosos bienes y repartió el producto de la venta entre los pobres. Para sí y para su mujer retuvo solamente un campo con que procurarse el mantenimiento de la vida para sí y para sus prote– gidos. Regularmente hacía una vuelta por los cortijos, aldeas y villas circunvecinas, para buscar a los menesterosos, enfermos y ancianos, a los cuales conducía a su casa montados en un asno o a pie. Suce– díale con frecuencia llevar a un desgraciado a horcajadas sobre sus hombros, mientras conducía otros dos, uno de la mano derecha y otro de la izquierda. Si sus recursos no eran suficientes para alimentarlos a todos, tomaba una cesta, se iba de puerta en puerta pidiendo limosna para ellos y se volvía bien cargado a su casa. Y con palabras tan inflamadas y amorosas sabía inspirar el amor de la pobreza, que los pobres no sólo quedaban contentos con su suerte, sino que de hecho y de palabra comenzaban a regocijarse de su estado ( 64 ). Santa Isabel de Hungría solía recorrer todas las chozas en muchas leguas a la redonda para llevar personalmente a los pobres carne, pan, harina y otras cosas. Ella misma examinaba los vestidos y camas de los mismos e investigaba todas sus necesidades para mejor poder reme– diarlas. Hizo vender sus alhajas, sus vestiduras de seda y otras pre– ciosidades y repartir entre los pobres el producto de la venta. En un solo día repartió entre 12.000 pobres la dote que había traído al matri– monio. Cuando en sus caritativas correrías tropezaba con mendigos por extremo necesitados, que de todos eran despreciados, los acogía en su misma casa, comía con ellos y les servía como una criada. Su director espiritual, el maestro Conrado, quería separarla de estos pobres, mas ella le rogó suplicante: "¡Ah!, no, mi querido maestro, déjamelos; acuérdate de mi antigua vida mundana con todo su orgullo, desde ahora tengo que vivir con los humildes. Su compañía me ob– tiene copiosas gracias; permíteme que me goce de su presencia" ( 65 ). San Luis, rey de Francia, alimentaba diariamente por lo menos 120 pobres en su palacio; en el adviento y cuaresma su número era de 200 por lo menos. Con mucha frecuencia él mismo daba la vuelta entre ellos con los platos y jarros para servirles, les partía el pan y les ( 62 ) lbíd. 77. , 1 1 1 ,j (63) "Ille esset bonus activus, qui, si possibile esset, omnes huius mundi pau– peres pasceret, omnes vestiret, omnia eis necessaria tribueret abundanter... " Dicta b. Aegidii, 51. (64) B. Luchesii Vita antiquior, n. 2 ss.; Act. SS., Aprilis, t. III, p. 602 ss. (65) MoNTALEMBERT, Histoire de S. Elisabeth, II, 115 ss., 133 ss.
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