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36 LOS IDEALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS Evangelio como tal por fundamento de la vida monástica. En nin– guna parte hacen mención de que la Orden está fundada sobre el Evangelio o de que los religiosos en virtud de su profesión están obligados a guardar el Evangelio e imitar el modo de vivir de los Apóstoles. Al contrario, excluyen de plano de sus órdenes ocupa– ciones muy importantes de la vida evangélica o apostólica. Recuér– dese por ejemplo de un lado la stabilitas loci o voto que hacían las antiguas órdenes de vivir siempre en un mismo monasterio, y de otro lado el Apostolado de la predicación y las misiones. Por eso Francisco rechazó resueltamente insinuaciones que se le hicieron de tomar préstamos a esas reglas religiosas. Como alguien le propusiera que al menos en alguno u otro punto las tomara por modelo, respondió: "No quiero que me nombréis otra regla, sea la de San Agustín o la de San Bernardo, ni que me propongáis un camino y método de vida distintos de los que el Señor en su mise– ricordia me ha mostrado y concedido" ( 71 ). Ni siquiera quiso acceder a los deseos de Santo Domingo, que quería juntar en una sola Orden los dos Institutos de Mendicantes, que acababan de fundarse, el de Frailes Menores y el de Frailes Predicadores, íntimamente ligados entre sí ( 72 ). Francisco tenía conciencia de que su fundación no era una familia o variedad de otra Orden religiosa, sino que era realmente una crea– ción nueva. Y porque creía que ésta tenía su origen en una revelación divina ( 73 ), la mantuvo firme con todas las fibras de su corazón, de modo que por nada de este mundo hubiera consentido en recibir influencias extrañas. A la hora de la muerte alabó todavía la forma de vida evangélica que durante toda su vida había practicado y la prefirió a cualquier otro instituto ( 74 ). Siempre estuvo solícito por conservar en toda su pureza y calor ese ideal recibido del cielo. Cuanto tenía de humilde, dulce y condescendiente, tanto tenía de inexorable, cuando se trataba del alma, de la esencia, de la individualidad de su fundación; cuando se trataba del carácter evangélico de su Orden. En esto consistió y consiste todavía la importancia de San Francisco (71) Spec. perf., c. 68. Cfr. THoM. CEL., I, n. 32-33. (12) THoM. CEL., II, n. 150; BERNARDO DE, BEssA, Líber de laudibus B. Fran– cisci, c. 5; Spec. perf., c. 43. Igual es también la tradición de los dominicos; GERARDO DE FRACHEro, Vitae Fratrmn, ed. RmcHERT, Lovaina, 10 ss. (73) Desde el primer momento hasta su muerte estuvo convencido de que el mismo Jesucristo le había revelado la Regla de la Orden; Testamentznn S. Francisci; THoM. CFL., II, n. 15; ANoN. PERUsINus, c. 10; Tres Socii, n. 29; S. BoNAV., c. 4, n. 11; Spec. perf., c. 68; ÁNGEL DE CLARENo, Expositio regulae, Verba S. Francisci, c. 5. (74) "De patientia et paupertate servanda sermonem protraxit, ceteris institutis sanctum evangelium anteponens." THOM. CEL., II, n. 216.

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