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SAN FRANCISCO Y EL EVANGELIO 25 fianza había implorado nuevamente la misericordia de Dios, el Señor le manifestó lo que debía hacer, y fué tanto el júbilo que esto le causó, que ya no podía ocultar su conmoción interior. Verdad es que al hablar de su dicha, lo hacía sólo en imágenes y figuras, de modo que las gentes creían que estaba soñando en un precioso tesoro que esperaba encontrar o que abrigaba el propósito de tomar esposa. Entonces solía él responderles: "Sí, por cierto, voy a tomar esposa, y ella es tan ilustre, tan rica y tan hermosa como no la hay otra" ( 2 º). "Y de hecho, advierte Tomás de Celano, la Orden fundada por él fué aquella esposa inmaculada de Dios, y el reino de los cielos fué aquel riquísimo tesoro que con tantas ansias anduvo buscando. No es de extrañar que la profesión evangélica hubiera encontrado su realización en él, que había de ser un ministro del Evangelio en la fe y en la verdad" (2 1 ). Ahora veía ya con claridad el bosquejo de su futura vocación. Pero el cómo debía interpretarlo y llevarlo a cabo era todavía un misterio. Casi tres años habían de pasar aún ( 22 ) hasta que ese misterio quedara completamente esclarecido. Entre tanto Francisco se esforzaba con ardor por traducir en hechos las ilustraciones que ya había recibido, despojándose de todo lo terreno, procuraba aprovechar continuamente toda nueva luz que le venía de lo alto para irse aproximando a la vocación que Dios le había señalado. Los más antiguos biógrafos describen minuciosamente las diversas etapas de la evolución por que pasó Francisco en los años siguientes ( 23 ). El mismo Francisco, al prin– cipio de su Testamento, nos da una idea sucinta de las mismas con estas palabras: "Dios Nuestro Señor quiso dar su gracia a mí Fr. Francisco para que así empezase a hacer penitencia; porque como yo fuese entonces envuelto en pecados, érame muy amargo ver los leprosos; pero el Señor me llevó entre ellos y usé de misericordia con ellos. Y apartándome de ellos, aquello que antes me parecía amargo me fué convertido en dulcedumbre del ánima y del cuerpo. (20) "Quadam vero die cum Domini misericordiam plenissime invocasset, os– tensum est ei a Domino, quid ipsum agcre oporteret. Tantoque deinceps reple– tus est gaudio, quod non se capiens prae laetitia, etiam nolens ad aures hominum aliquid eructabat. Sed licet prae magnitudine inspirati amoris silere non posset, cautius tamen aliquid et in aenigmate loquebatur. . . Putabant homines, quod uxorem ducere veller, ipsumque interrogantes dicebant: Uxo– remne vis ducere, Francisce? Qui respondens eis aiebat: Nobiliorem et pulchrio– rem sponsam, quam umquam videritis, ducam, quae ceteris forma praeemineat et sapientia cunetas excellat." THoM. CEL., I, n. 7. Tres Socii, n. 7. (21) L. c., n. 7. (22) Cfr. THoM. CEL., I, n. 21. (23) THoM. CEL., I, n. 8-21; Tres Socii, n. 8-25.

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