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122 LOS !ORALES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS vestido. Pero en los primeros días nunca se propuso la cuestión de si aquel vestido lo tenía en propiedad o sólo en uso. Aquel hábito estaba literalmente confonne con el Evangelio y le había sido revelado por el Evangelio y con esto estaba todo dicho para él. Exactamente como él pensaba y vivía en un principio toda la Orden. Francisco lo recuerda en su Testamento, como ya lo hemos visto: nEstábamos contentos con una túnica remendada por dentro y por fuera los que querían y con la cuerda y paños menores y no quería– mos tener más" ( 41 ). Tomás de Celano a su vez resume el modo cómo los franciscanos practicaban la pobreza en los primeros años, diciendo: "Como los discípulos de la santísima pobreza nada tenían y nada amaban, tampoco temían perder nada. Estaban contentos con una sola tónica, que con frecuencia estaba remendada por dentro y por fuera. Nada había en ella de rebuscado, sino sólo desprecio y po– breza, apareciendo así completamente crucificados al mundo, Ceñidos de una cuerda, !levaban paños menores de poco precio y estaban firme– mente resueltos a permanecer en ese estado y no recibir nada más" ( 42 ). ¡. 1 1 Cómo los Frailes pudieran pasar sin otros objetos de uso, sólo podremos entenderlo si arrojamos una rápida mirada a su manera de vida durante los diez primeros años de la Orden. Eran los años de ' la predicación ambulante en el más propio sentido de la palabra, exactamente según el Evangelio. Siguiendo el modelo de Jesús y sus Apóstoles, iban Francisco y sus discípulos de dos en dos por el mundo predicando penitencia y de tiempo en tiempo volvían a un lugar deter– minado para reunirse y orientarse de nuevo. En ningún sitio tenían t domicilio propiamente dicho: el alimento y albergue lo recibían día tras día rrper amare di Dio", por amor de Dios. Como primer punto de partida y de reunión escogió Francisco la Porciúncula situada cerca de Asís. Allí poseían los benedictinos del monte Subasio una iglesita abandonada, llamada "Santa María de los Angeles" ( 48 ). Allí se acogió Francisco con sus primeros discípulos. Para guarecerse de las inclemencias del tiempo levantaron junto a la capilla una miserable casita de barro y mimbres, para reunirse allí de tiempo en tiempo (,.,) . (41) Testtnnent.; Opuse., cd. LEMME"Ss, 79; BoEHMER, 37. (42) THoM. CcL. I, n. 39. ( 4a) Poco después la cedieron a San Francisco y a sus compañeros. 1tste la recibió agradecido, pero con la condición de que la abadía seguiría siendo la propietaria y él traería cada año a los monjes una cestilla de peces como tributo. (44) ''Et fecerunt ibi unam domunculam, in qua nliquando pariter mora– renrur." Tres Socii, c. 9, n ..• aliquam parvarn et paupcrculam domunculam ex luto et viminibus constructam, ubi frntres possint quiescere et operari. .. '' Spcc. pcrf., c. 55.
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