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EL IDEAL DE POBREZA DE SAN FRANCISCO 117 bienes temporales como mejor te pareciere." A continuación hicieron abrir por tres veces el Evangelio y habiendo las tres veces tropezado con los pasajes en que se habla de la absoluta pobreza de los discípulos de Cristo, vendió Bernardo todo su haber, repartió entre los pobres de Asís el producto de la venta y tomó el mismo vestido evangélico que llevaba Francisco. Exactamente Jo mismo hizo también el tercer j compañero, Pedro Catanü (2º). Lo mismo sucedía cada vez que un nuevo compañero pedía ser admitido en la Orden. Expresamente afirma Francisco en su Testa– mento: "Aquellos que venían a recibir esta vida, todas las cosas que podían tener daban a los pobres, y estábamos contentos con una túnica remendada por dentro y por fuera los que querían, y con la cuerda y paños menores. Y no queríamos tener más" ( 21 ). También más tarde amonestaba sin cesar que "la entrada en la Santa Religión debía comenzar, según Jo había sabido por revelación, por el cumplimiento de aquellas palabras evangélicas: «Si quieres ser per– fecto, ve y vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un ,¡ tesoro en el cielo; y ven, sígueme.> Sólo a los que renunciaban del todo a sus posesiones y nada retenían para sí, admitía en la Orden, 1 en parte por cumpHr la palabra del Evangelio y en parte por no dar escándalo con esa propiedad que se había retenido" ( 22 ). Al hacer esta desapropiación o "renuncia del mundo" renuntiatio saeculi, se procuraba con sumo empeño, en conformidad con el Evan– gelio, que el novicio diera a ser posible sus bienes a los pobres, y no a los parientes. En cierta ocasión habiendo uno en la Marca de Ancona suplicado al Santo que le admitiera en la Orden, díjole Francisco: "Si quieres asociarte a los pobres de Dios, reparte primero lo tuyo entre los pobres del mundo." Fuése el hombre, e impulsado del amor carnal reparti6 sn hacienda entre sus deudos, sin dar nada a los pobres. Cuando volvió y se puso a contar su liberalidad, Francisco se mofó de él y le dijo: "Sigue tu camino, Fray Mosca, pues todavía no has salido de tu casa y de tu parentela. Has dado Jo tuyo a los parientes y has defraudado a los pobres; no eres digno de los santos pobres. Has comenzado en la carne y has puesto un cimiento vacilante para una casa espiritual." El hombre carnal se fué a los suyos, les reclamó de nuevo su hacienda, que no había querido dar a los pobres, y aban– donó sus propósitos de vida virtuosa ( 28 ). Tomás de Celano hace sobre él esta advertencia: "A muchos engaña hoy una tan lamentable repartición de bienes, queriendo conseguir la vida bienaventurada (20) Tres Socii, n. 28 s.; TttoM. CEt. I, n. 24. (21) Opuse., ed. LEJ\<IMENs, 79; BoEHMER, 37. (22) S. IloNAV., c. 7, n. 3; TnoM. CEt., II, n. 80. (23) TnoM, CEL. II, n. 81.
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