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EL HERALDO DEL GRAN REY 85 a sus frailes a las más apartadas regiones de Europa, él con su "Guar– dián", Pedro Catanii, se puso en camino de Damieta de Egipto, donde el ejército de los Cruzados sostenía ruda lucha con las huestes del sultán Malek-al-Khamil (35). "El bienaventurado Padre - advierte Jordán de Giano (36) - no quería dar la impresión de que buscaba el reposo, mientras enviaba a sus Hermanos a padecer y trabajar por Cristo; antes. bien, dada la caballerosidad de su alma, quería adelantarse a todos en el camino de Cristo. Por eso, al enviar a sus hijos a predicar la fe entre mil peligros, él mismo, ardiendo en el amor de la Pasión de Cristo, se expuso a los grandes riesgos del mar, llegó hasta los infieles y se presentó ante el sultán". ¡ Empresa temeraria, ya que el príncipe sa– rraceno había puesto a elevado precio toda cabeza ele cristiano! (37). Pero Francisco compareció con tal dulzura y mansedumbre, y al mismo tiempo con tal fuerza ele fe y tan santa libertad de espíritu, que el tirano ningún daño le hizo, antes le oyó complacido, lo retuvo consigo una semana y le permitió predicar la doctrina cristiana. Mas cuando se enteró ele que el mensajero ele la fe atacaba los errores mahometanos, le hizo conducir con escolta militar al campo cristiano. Así, pues, tampoco esta vez consiguió el Santo su ansiado fin, es decir, la conversión ele los enemigos de Cristo y el martirio por Cristo. Más dichosos fueron los hermanos Berarclo., Pedro, Otón, Aclyuto y Acursio, a quienes el santo Fundador envió a los moros. Predicaron y padecieron primero en Sevilla, ciudad sometida entonces a los sarra– cenos; después fueron deportados a Marruecos y allí, tras sufrir inde– cibles tormentos, fueron decapitados por el mismo sultán en persona (16 de enero de 1220). Francisco se alegró de su martirio como si a él mismo le hubiera cabido esa honra. Al llegar la noticia ele su muerte, llenóse ele júbilo, diciendo que Dios le había dado cinco verdaderos Frailes Menores y, volviéndose en la dirección ele Portugal, bendijo a la ciudad ele Alenquer, ele donde habían partido los mártires (38). Luego dió la última mano a la más antigua Regla ele la Orden (35) Para las fuentes de este viaje de misión y su desarrollo, cfr. GrnoLAMO Go1,unov1cH, Biblioteca bio-hibliogrnfia della Terra Santa e dell'Oriente Fran– cescano, I, Quaracchi, 1906, 1 sigs.; L. LEMMENS, De sancto Francisco praedi– cante corani Sultana Aegypti, en "Arch. franc. hist. ", 19, 1926, 559-578; P. ÜDUL– PHus VAN DER VAT, l. c., 51-59. (36) lord., ro. (37) Bonav., 9, 7- (B. A. C., 590.) (38) WADDING, Annales Minar., ad an. 1220, 38. - .Para este martirio, cfr. P. ÜDULPIIUS VAN DER VAT, J. c., 46-49. ..

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