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EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS resfriado en muchos lugares, no particularmente, sino de modo gene– ral, Francisco fué enviado por Dios, para que, a imitación de los Após– toles, diera en todas partes testimonio de la verdad... Cuando aún vivía entre los pecadores, recorrió y evangelizó el mundo entero". Si bien esto se entiende ante todo del Occidente cristiano, que– ría llevar también el Evangelio a los mahometanos del sur, este y oeste (30). A los tres años de fundada su fraternidad, clió comienzo a esa misión (1212). Tomás de Celano nos cuenta que "el bienaven– turado Padre Francisco, inflamado en amor divino y abrasándose en encendidas ansias de obtener el martirio, consiguió embarcarse para Siria, a fin de predicar la fe cristiana y la penitencia a los sarracenos y demás infieles" (31). Mas antes ele atravesar el mar Adriático, una horrorosa tempestad lanzó la nave a las costas de Dalmacia. Y como por estar el año muy adelantado, no era de esperar una nueva opor– tunidad para reanudar la travesía. Francisco volvió con su compañero por Ancona a Italia (32). De momento no veía la posibilidad ele aproximarse al mundo mu– sulmán de Oriente. Poco después (1213-1215) emprendió un viaje a pie hacia el imperio sarraceno de España, pasando por Lombardía y el mediodía de Francia. Precisamente el rey Alfonso VIII, con la ayuda del Papa y ele todas las Órdenes españolas de caballería, aca– baba ele conseguir contra los moros la resonante victoria de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212). Francisco quiso aprovechar la opor– tunidad para anunciar el Evangelio al derrotado sultán Mohamed-el– Naser (33) y a sus secuaces, y conseguir para sí el martirio. Y tan impetuosa era el ansia con que lo deseaba, que a las veces, como ebrio ele espíritu, se adelantaba a su compañero de viaje, que era Fray Ber– nardo de Quintavalle. Pero tampoco esta vez logró el anhelado obje– tivo, pues apenas había pisado el suelo de la península ibérica, cuando Dios le envió una grave enfermedad, que le forzó a emprender el viaje de regreso (34). NQ por eso se desanimó. Cuando algo más tarde (1219) envió (30) Sobre los viajes de misión de Francisco véase: P. ÜDULPHUS VAN DER VAT, Die A1ifiinge der Fran::;islwnermission 1md ihre f,Veitrentwicklung, Werl i. Westf., 1934, 39-59. (31) Ce!. I, 55; Tract. de Mirac., 33. (B. A. C., 320.) (32) Cel., ibíd.; Bonav., 9, 5. (B. A. C., 589.) (33) Tomás de Celano, como los otros documentos de la Edad Media, le llama Miramamolín, corrupción del árabe Amir almominin = príncipe de los cre– yentes. Era el título oficial del sultán de Marruecos. El nombre propio personal ele! Miramamolín a quien se dirigió Francisco, era Mohammed-el-Naser. (34) Cel. I, 56. (B. A. C., 321.)

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