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EL HERALDO DEL GRAX RE\' mosa cosecha; la vma, poco ha inculta, dió abundantes racimos de celestial sabor y produjo a la vez vistosas flores de suavidad y sa– brosos frutos de honor y castidad. "Oíanse por todas partes voces de alabanza y acciones de gracias, de tal manera que muchos, abandonando los cuidados de la tierra, deseaban llegar al conocimiento de sí mismos y al amor y gloria de Jesucristo por la perfecta imitación ele la vida y por la práctica ele la doctrina del bienaventurado Padre San Francisco. "Muchas personas del pueblo, nobles y plebeyos, clérigos y legos, movidos de celestial impulso, llegábanse al Santo, deseosos de ponerse perpetuamente bajo su magisterio. Y el Santo Fundador, como des– bordado río de gracia celestial, derramaba en todos copioso caudal ele dones especiales y hacía brotar en el campo de su corazón flores de virtud. Como consumado artista, presentaba el dechado, la regla y enseñanza según la cual la Iglesia ele Cristo se renovaba en ambos sexos, y triunfaba la triple familia ele los que deben salvarse. A todos daba su acomodado género ele vida y señalaba con exactitud el camino de la salvación" (25). Umbría y la Italia central fueron las primeras en experimentar estas bendiciones del apostolado franciscano. Sólo por excepción y pa– sajeramente llegaban los predicadores a regiones más alejadas. Pero en poco tiempo creció tanto el número de frailes, que el Santo pudo mandarlos a todas las provincias ele la península (26). En 1216 escribe el obispo Jacobo de Vitry que los nuevos após– toles habían conquistado ya toda Italia, desde Lombardía hasta Apulia y Sicilia, produciendo mucho bien en todas partes (27). En el Capítulo de Pentecostés del año 1217 comenzó el avance concéntrico hacia los países del norte: en 1219 los "Hermanos Peni– tentes de Asís" penetraron en Francia; en 1221, en Alemania; en 1224, en Inglaterra (28). Ya en vida de su Fundador trabajaban los discípulos de Francisco por todo el Occidente. La predicción del Cardenal Juan de San Pablo, de que Francisco renovaría la Iglesia de Dios en todo el mundo, se cumplía de manera espléndida. Tomás de Celano puede asegurarlo como testigo de vista (29): "Como la doctrina evangélica se hubiera (25) Cel. I, 36-37. (B. A. C., 3o8-309.) (26) Socii, 57. (B. A. C., 833.) (27) lACOBI VITRIACENSIS Epistula data Ianuae a. 12r6 Oct., ed. Boehmer, "Analekten ", g8. (28) Pruebas más detalladas en Los Ideales..., l. c. (29) Ce/. I, 89, r20. (B. A. C., 343-344, 368.)

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