BCCCAP000000000000000000000205

EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS apostolado seglar, que podía ejercerse sin autorización formal de la Iglesia. "Pero de allí en adelante - continúan los mismos biógra– fos (24) - el bienaventurado Francisco administró el oficio ele la pre– dicación en sentido más completo y amplio, pues era ya un predicador auténtico, provisto ele autoridad apostólica". A ello corresponde la descripción que a continuación hacen los Tres Compañeros ele sus trabajos apostólicos. Coincide con esa descripción la que nos hace Tomás ele Celano ele esta forma inimitable: "El valerosísimo caballero ele Cristo Fran– cisco recorría las ciudades y aldeas anunciando el reino ele Dios, pre– dicando la paz, enseñando la salvación y la penitencia para el perdón ele los pecados, no con palabras persuasivas ele humana sabiduría, sino con la doctrina y virtud del Espíritu Santo. Valiéndose ele la facultad apostólica que había recibido, obraba en todo con entera libertad, sin adular ni menos engañar arteramente a nadie. No sabía encubrir las faltas públicas ni disimular la vicia pecaminosa, sino que las atacaba y reprendía severamente. "Como primero había practicado en sí lo que aconsejaba a los demás y no temía acusador alguno, publicaba sin miedo la verdad, con tal espíritu que los más doctos varones, que gozaban de renombre o dignidad, admirábanse de sus sermones y en su presencia sentíanse poseídos de saludable temor. Hombres y mujeres, clérigos y religiosos acudían presurosos a ver y escuchar al Santo de Dios, en quien se figuraban contemplar a un hombre de otros tiempos. Toda edad y tocio sexo se daban prisa a ser testigos ele las marayillas que Dios por su siervo obraba en el mundo. "A la verdad, parecía en aquel entonces que con la presencia ele Francisco y aun con sola su fama había clescencliclo ele lo alto del cielo a la tierra una nueva y resplandeciente luz que disipaba la os– curidad de las tinieblas, las cuales envolvían al mundo en tanto grado que apenas dejaban entrever la senda que debía seguirse. Tan profun– do era el olvido de Dios y la negligencia en la observancia de sus mandamientos, que ni siquiera toleraban se les sacara del letargo producido por sus inveterados males. "Entonces apareció Francisco cual rutilante estrella que brilla en la oscuridad de la noche, y como aurora que disipa las tinieblas; y así en breve tiempo se transformó el aspecto moral de toda la comarca, y se mostró risueña y alegre, limpia ele la antigua fealdad. Desapareció la anterior aridez, y en aquel campo, seco hasta entonces, nació her- (24) Socii, 54. (B. A. C., 827.)

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz