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EL HERALDO DEL GRAN REY 81 zado a obrar por nosotros, para que continuemos lo comenzado según su voluntad y mandamiento". Su viaje a Roma lo convirtieron en una nueva correría apostólica, semejante a las anteriores. En la Ciudad Eterna encontraron un pode– roso abogado en el Cardenal Juan Colonna, quien, viendo en el pobre– cillo de Asís al futuro adalid de la causa de Dios, se lo presentó a la corte pontificia con estas palabras: "He hallado un varón perfectí– simo, que quiere vivir según la forma del santo Evangelio y observar la perfección evangélica; yo creo que Dios por su medio quiere reno– var toda la Iglesia en el mundo entero" (18). Inocencio III vió en una visión a un hombre que con sus hom– bros sostenía la iglesia ele Letrán; y cuando Francisco se presentó ante él, el Papa exclamó: "Verdaderamente este es el varón que con su obra y su doctrina ha ele sostener la Iglesia de Cristo" (19). Des– pués que hubo puesto a prueba la constancia de los Doce, aprobó su regla y apostolado, diciéndoles: "Id, pues, hermanos, con la bendi– ción del Señor y predicad la penitencia a todos, según Dios se digne inspiraros. Y tan pronto corno el Altísimo os aumente en número y gracia, venid a darnos cuenta de ello; y Nos os confirmaremos las cosas dichas y con mayor seguridad os daremos otros encargos más importantes" (20). El Papa añadió expresamente que los discípulos de Francisco estaban facultados para ejercer su apostolado en todo el mundo, con tal de que hubieran recibido de su Fundador el permiso para ello (21). Después mandó hacer la tonsura a los Doce, para incorporarlos así al clero, que es el único que tiene autoridad para administrar el oficio ele la predicación propiamente dicha (22). En esto radicaba precisamente el alcance ele la misión pontificia. Hasta ahora aquellos hombres de Asís habían dirigido a las gentes sólo breves y enjundiosas palabras de amonestación, según expresa– mente lo declaran los Tres Compañeros (23). Había sido un mero (18) Anon. Perus., Leg. S. I'rancisci, ed. P. van Ortroy, en "Miscell. franc. ", 9, n. 33; cfr. Socii, 48. (19) Cel. II, 17; Socii, sr. (B. A. C., 3g6 sig., 826.) (20) Esos "encargos más importantes" que se les prometen, se refieren sin duda a la facultad de predicar también la Sagrada Escritura y el dogma, que pronto van a recibir; de momento sólo pueden ejercitar la predicación mo– ral o de penitencia. Cfr. FELDER, Los Ideales de San Francisco de Asís, cap. 16. (21) Socii, 51. (B. A. C., 826.) (22) Socii, 52. (Ibídem.) (23) Socii, 33, 37 (B. A. C., 816, 818). Asimismo FR. LEÓN en la Vita fr. Aegidii, ed. "Analecta franc. ", 3, 76. · 6

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