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EL HERALDO DEL GRAN REY 79 y para el mundo. Y ambas cosas juntas, pobreza y predicación apos– tólica, renuncia apostólica del mundo y actividad en medio del mundo, vida apostólica y trabajo apostólico, debían formar parte esencial de la profesión del nuevo Caballero de Cristo, como la habían formado de la profesión de los Apóstoles y estaban indisolublemente unidas en el evangelio de la misión ele los discípulos (8). Así, pues, Francisco cumplió sin demora el evangelio que había oído. Arrojó lejos de sí bordón, bolsa y zapatos, se puso un miserable vestido (9) y "comenzó lleno de fervor y con grande alegría del alma a predicar a todos la penitencia, edificándolos con su lenguaje senci– llo y grandeza de espíritu. Su palabra semejaba un dardo agudo y encendido, que, penetrando lo más hondo del corazón, llenaba de pas– mo las inteligencias" (rn). La impresión que causaba el nuevo apóstol, fué tan poderosa que no sólo se convertían las gentes en masa (II), sino que incluso algu– nos hombres magnánimos tomaron la resolución ele juntarse al pobre predicador y seguir su misma profesión. Los primeros fueron el noble ele Asís Bernardo de Quintavalle y el jurista Pedro Catanii. Llevólos Francisco a la iglesia de San Ni– colás de Asís e hizo abrir en su presencia el Evangelio, para saber si en efecto también ellos estaban destinados a la vida de pobreza apostólica y a la predicación apostólica. Tres veces abrieron el libro a la buena de Dios y las tres veces apareció ante ellos el pasaje de la misión de los discípulos. Entonces volvióse el Capitán a sus primeros soldados y les dijo: "Hermanos, esta es nuestra vida y regla, y tam– bién la de todos aquellos que quieran agregarse a nuestra compañía. Id, pues, y cumplid lo que habéis oído" (12). Fuéronse, vendieron sus bienes y repartieron el dinero entre los pobres. Después emprendieron con Francisco el primer viaje de misión. Era completamente insólita la manera como ejercitaban el aposto– lado. El santo Fundador caminaba, como de costumbre, cantando con voz clara y sonora canciones caballerescas en francés, con las que (8) En lo que sigue nos limitamos a dar las noticias más precisas acerca de la predicación de San Francisco y de sus compañeros. En nuestra obra Los Ideales de San Francisco de Asís, caps. 15-16, hemos tratado con toda amplitud el asunto. (9) lord., n. 2. (10) Cel. I, 23. (B. A. C., 300.) (II) Cel., l. c. (r:a) Socii, 28 sig.; Cel. I, 24; II, 15; Bo11av.. 3, 3-4. (B. A. C., 813 sig., 301, 394 sig., 538 sig.)

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