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78 , EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASIS se llama a Cristo a cada paso "el soberano Señor feudal, el príncipe de los príncipes, el más poderoso de los reyes, el Emperador del cielo"; y los Doce aparecen como "los campeones que Cristo, el Señor de todos, se había escogido" (5). Él es "el Señor feudal de los paladi– nes" (v. 4737); Pedrn, "el rápido paladín de la espada" (v. 4870), "el intrépido luchador por su príncipe" (v. 4872), "el mejor de los guerreros" (v. 3rn2); Juan, "el más querido de los paladines, el más amado" (v. 46o2); Tomás, "el fiel campeón, que quiere sufrir con Cristo su soberano y permanecer constante al lado de su Dueño y morir con Él" (vv. 3393-3399). Cuando a los guerreros germánicos sucedió la caballería cnshana, los Apóstoles se convirtieron en caballeros al servicio del Señor, de su palabra y ele su reino. Francisco estaba, consciente o inconscientemente bajo el influjo mágico ele esas ideas. Sólo aguardaba una señal ele lo alto para dedi– carse a la actividad apostólica; y ese aviso no se haría esperar mucho tiempo. Dos años próximamente habían corrido desde que oyó aquellas palabras benditas: "Francisco, ¿ no ves que mi casa se desmorona? Ve, pues, y repárala". Una fría mañana ele invierno estaba oyendo misa en la Porciúncula. Era la fiesta del Apóstol San 11:atías, 24 de febrero ele 1209 (¿ 1208?). El sacerdote leyó el evangelio ele la mi– sión de los Apóstoles. Francisco, con sus conocimientos del latín, pudo seguir poco más o menos la lectura. Luego ele la misa rogó al clérigo que le explicara puntualmente el pasaje que acababa ele oír. Y cuando se enteró de que un auténtico discípulo del Señor no debe poseer oro, ni plata, ni cobre, que no debe llevar consigo bolsa ni alforjas ni bor– dón, que no debe tener zapatos ni dos túnicas, sino que, despegado de todo lo terreno, debe predicar el reino ele Dios y la penitencia, saltó de júbilo y exclamó: "¡ Eso es lo que yo quiero! ¡ Eso es lo que busco! ¡ Eso es lo que deseo cumplir con todo mi corazón!" (6). Este rayo de luz venido del cielo iluminó de una vez el ulterior camino de su vida. Francisco debía ser, como advierte Jordán de Giano (7), "un imitador ele la pobreza evangélica y al mismo tiempo un celoso predicador del Evangelio". Debía practicar la renuncia del mundo juntamente con la actividad apostólica en medio del mundo (S) Heliand. Nach dem Altsachsischen van PAUL HERRMANN, Leipzig, Re– clam jun. verso 1296 sig. (6) Cel. I, 22; Socii, 25; Bo11av., 3, I. (B. A. C., 299-300, 812, 537.) (7) JoRn. A lANO, Chronica, ed. Boehmer, París, 1908, n. 2.

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