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74 EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS En este viaje su caballerosidad tuvo que arrostrar una dura prueba. pues al acercarse a una casa vió un corro de jóvene3 que se habían reunido para hacer música y danzar, igual que cuando él organizaba en otros tiempos semejantes fiestas; y entre los reunidos reconoció clara– mente a antiguos camaradas. El contraste actual era demasiado rudo e inesperado. Francisco no tuvo valor para mendigar delante de ellos y mudó de camino. Pero apenas había dado algunos pasos, cuando cayó en la cuenta de su cobardía. Volvió de nuevo, corrió hacia la alegre comparsa y delante de todos confesó que por causa ele ellos se había avergonzado de pedir. Después recorrió animoso toda la concurrencia y pidió en francés limosna para las lámparas de su iglesia (17). A fines de 1207 o principios de 1208 la obra estaba acabada (18). De nuevo se arrodilló Francisco ante el milagroso Crucifijo y pidió al Salvador nueva luz sobre el camino que había ele seguir. Parecióle que la orden de restaurar la casa de Dios tenía que referirse también a otras iglesias ele la comarca. Muy cerca ele allí había una capilla dedicada al Apóstol San Pedro (19), tan ruinosa a la sazón como San Damián un año antes. Francisco la restauró, pues dada su fe pro– funda y sencilla, profesaba especial veneración al Príncipe ele los Após– toles (20). Poco tiempo después emprendió la reparación de una capilla de Nuestra Señora, situada en la llanada, al pie de Asís. Con frecuencia solía encaminar sus pasos desde San Damián a ese oratorio. Según contaba la leyenda. cuatro peregrinos venidos ele Palestina habían edificado hacia el año 352 dicha capilla, cuyo primer nombre fué "María de Josafat", porque creía la gente que allí se guardaba una reliquia del sepulcro de la Virgen, traída del valle de J osafat. Estaba dedicada a la Asunción de María. En el siglo VI pasó a ser propiedad de los monjes de Monte Cassino y en adelante se llamó más comúnmente '' Santa María de los Angeles", porque unos piado– sos peregrinos aseguraban haber oído allí repetidas veces los cantos ele los ejércitos celestiales. Desde el siglci xr pertenecía a los Benedictinos de :\fonte Subasio, (17) Ce!. II, 13; Socii, 24. (B. A. C.. 393, Sn.) (18) Acerca del probable alcance de los trabajos llevados a cabo por Fran– cisco en San Damián, véase P. LEONE BRACALONI, O. F. J\L Storia di San Da– miano, Asís, 1919, 60. (19) Ciertamente en el lugar donde hoy se alza la iglesia benedictina de San Pedro en Asís. Este lugar caía, en tiempo de Francisco, extramuros. (20) Bonaz•., 2, ¡. (B. A. C., 535-536.)
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