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SERVICIO PERSOXAL DEL CABALLERO DE CRISTO ~) "¡ Un heraldo real cubierto con un <leshilachado capote de labra– dor ! ¡ Donosa ocurrencia !" - pensaron los malhechores. Y luego lo agarraron y golpearon, le arrancaron sn gastado sayo y lo arrojaron a una hoya ele nin·;,, diciéndole en srm ele burla: "¡ Quédate ahí, rús– tico heraldo de Dios!" Y dejándolo allí, se marcharon (5). Francisco se 1Jenó de gozo por esa aventura que acababa ele pasar por el Señor. Con gran trabajo salió de la hoya, sacudió la nieve de su cuerpo y aunque temblando ele frío, comenzó a cantar con más fuerza las alabanzas de Dios. Era ya oscuro cuando llegó al monasterio benedictino de San Ve– recondo, donde llamó a la puerta y pidió hospedaje y trabajo para poderse ganar un vestido decente. Los monjes le dieron albergue, le echaron encima una blusa ele trabajo y lo pusieron ele ayudante de cocina. En esta ocupación se fatigó Francisco durante varios días, recibiendo por toda comida un ligero caldo. Nadie daba muestras de ofrecerle un vestido, aunque él se hubiera contentado con el más viejo y raído. Aquel joven, al pa– recer bien criado, pero sin duda venido a menos, que siempre apare– cía alegre y soñador a pesar de la esaca comida y del duro trabajo, fué para ellos un misterio. Tomáronle por uno de tantos vagabundos y se alegraron no poco cuando por fin se despidió de ellos. Él lo hizo sin el menor disgusto por el trato recibido, y dirigió sus pasos hacia Gubbio (6). En esta ciudad tenía Francisco un antiguo compañero de armas y buen amigo, el conde Federico Spadalunga, que le clió un pobre ves– ticlo, tal como Francisco lo deseaba (7). Ataviado así, emprendió el regreso a San Damián. Al llegar a San Salvatore delle Pareti no puclo pasar de largo : se hospedó entre (5) Ce/. I, rG (B. A. C.. 296). - Según la tradición, ocurrió efectivamente ese hecho e11 la comarca de Caprignone. Cfr. P. N1coLA Cw.\NNA, LT'mbl'ia frasrescana i!/11str,1ta. Perugia, roro. 1()O sig,.: LrcA RELLT. M C'111oria e guida storica di Gubbio, 1888, 583. (G) Los monjes de San \'crecondu ,e viernn no poco sorprendidos cuando más tarde supieron quién era aquel s;rnto huésped, a quien tan mal habían tra– tado. Enviaron su Prior a Frandoco, c¡nc para entonces era ya famoso, a pe– dirle perdón. El Santn trabó ~mistar! rc·n la abadía y en lo sucesivo la visitó a menudo. Cfr. Ce/. I, 15. Además: FALOC1-P1.:LIGNANr, S. I'rancesco e il Mo– nastero di San V erecondo Presso G 11l 1 bio, en "Miscellanea Francescana ", ro, 1906, 3-8. (7) Ce!. I, 16. - Que el amigu y bienhechor de Gubbio fuera Federico Spa– clalunga apenas puede dudarse, teniendo en cuenta las explicaciones de GIUSEPE J\.fAzzATINI, "Miscell. francesc. ", 5, 1890, 76-78: y G0Lunow1cn, O. F. M., "Ar– chiv. Francisc. Hist. ", I, 1908, 144-147,

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