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62 ' EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASIS con toda resolución, alegando que se había entregado ya al santuario y, en consecuencia, no estaba sometido a la jurisdicción civil (r4). Los magistrados alegráronse de verse eximidos ele entender en tan espinoso asunto. Aceptaron la respuesta de Francisco y dijeron al querellante: "Desde el momento que tu hijo se ha consagrado al servicio de Dios, queda fuera ele nuestra jurisdicción. únicamente el obispo es su juez competente" (15). Trasladóse, pues, Bernardone al palacio episcopal y presentó su t1uerella ante la autoridad eclesiástica. El obispo, que era harto sabio y discreto, comprendió en seguida la situación, pues con frecuencia había recibido las confidencias de Francisco y conocía perfectamente a su joven amigo. Hízole., pues, comparecer para contestar a las que– jas de su padre. A esta citación respondió Francisco lleno de gozo: ''Me presen– taré al seíior obispo, porque es padre y señor de las almas". Personóse sin tardanza en la curia episcopal, donde solían hacerse las comparecencias (I6). El local estaba ya lleno ele curiosos que aguar– daban con ansiedad el desenlace de este pleito tan singular, que tenía en vilo a tocia la ciudad. El príncipe ele la Iglesia se volvió a Fran– cisco y le elijo: "Mira que tu padre está grandemente indignado con– tra ti y muy escandalizado; por lo tanto, si quieres servir a Dios, clevuélvele el dinero que posees. Pues, si lo has adquirido por medios injustos, no agradas a Dios empleándolo en socorro de la Iglesia, a causa ele los pecados ele tu padre, cuyo furor en cambio se. calmará luego que se lo devuelvas. Ten confianza en el Señor, hijo mío, obra animoso y no temas, pues Él mismo será tu ayuda y te concederá en abundancia lo necesario para las obras ele la iglesia". Estas palabras llenaron a Francisco ele inefable gozo y confianza. Rápidamente se colocó entre su padre Bernarclone y el obispo Guido Secuncli y exclamó: "Señor obispo, ele muy buena gana le devolveré no sólo el dinero, que es suyo, sino también los vestidos que llevo puestos". Y diciendo y haciendo, se despojó ele sus ricos vestidos y se los devolvió al padre. Entonces vieron que el varón de Dios lle– vaba un cilicio bajo su traje. Penetrado ele admirable ardor ele espíri– tu, quitóse también el cilicio en presencia ele tocios. Y elijo a Bernar- (14) De hecho Francisco no estaba ya sujeto a la jurisdicción civil por dos motivos. Primero, porque residía en San Damián, que era una iglesia pertene– ciente al obispo. Segundo, porque se había entregado a esa iglesia como oblato. Véanse los derechos de la ciudad a ese respecto, en FoRTINl, 163, n. 9. (15) Socii, 19. (B. A. C., 808.) (16) Véase FoRTINI, 163, n. 10.

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