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DESPOSORIO CABALLERESCO 55 auténtico amor caballeresco tenía por objeto lo femenino en el mejor sentido de la palabra, la inocencia y pureza, la amabilidad, gracia y presteza para hacer bien, lo materno de la mujer, el ideal de mujer en su más genuina expresión. Francisco conocía este ideal y siempre lo incluyó en sus planes de caballero. Así como no cesaba de asegurar que él llegaría a ser nn famoso príncipe, así también soñaba de continuo en la princesa sn esposa. Estando a punto ele partir para Apulia, vió en sueños su futuro palacio de príncipe y vió asimismo la maravillosa doncella a cuyo lado debía hacer su entrada en el castillo (2). De vuelta en Asís, declaró a sns compañeros de juventud que, si bien desistía de la campaña en el sur, no renunciaba a los planes de príncipe y menos aún a la princesa que debía ele ser su esposa, la más noble, y rica, y bella que pudiera imaginarse (3). Aun durante los días y meses que pasó en angustiosa incertidumbre sobre la vida a que Dios lo llamaba, nunca titubeó en la creencia de que la princesa destinada para esposa suya, había de descollar entre todas las nobles damas por su arrebatadora belleza, y aventajar a todas en sabiduría (4). Sin duela por entonces pretendía a una mujer terrena, a tono con sn caballería, que aspiraba al esplendor ele príncipe mundano. El cambio _de rumbo ocurrió la noche de Espoleto, cuando el Señor le dijo: "Vuelve a tu patria, pues la aparición se ha de cumplir espiritualmente". Evidentemente esto se refería no sólo a sus planes ele príncipe, sino también a la princesa prometida como esposa. Que– dóse pensativo. ¿ No habría de ser acaso la pobreza de Cristo su esposa espiritual? Desde joven había visto en los pobres a Cristo y por amor de Dios había siclo caballeresco y generoso con ellos (5). No bien oyó las pa– labras del Sefíor que daban un sentido espiritual a sus planes para el porvenir. fué sintiendo una inclinación cada vez más ferviente hacia los desheredados y menesterosos. Hizo propia la causa de los pobres, anhelaba ser igual a ellos, y quiso en una ocasión ensayar la vida de mendigo (6). Gozoso con el éxito de la prueba, propúsose hacer con frecuencia incursiones semejantes en el reino ele la pobreza. Para él no había oposición entre la pobreza por amor de Cristo y la prin– cesa prometida. Dados sus sentimientos caballerescos, el ver a la po- ( 2) Véase pág. 43. (3) "\'éase pág. 46. (4) \' éase pág. 48. (5) Véase pág. 28. (6) Véase ¡Jág. 49.
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