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¿ POR EL SEÑOR, O POR EL \"ASALLU? 41 cia había cedido el puesto a nna grande sem:atez, con todo nunca re– nunció a sus grandes proyectos. Recordemos que en medio ele los tor– mentos de la cárcel hablaba triunfante sobre su futura grandeza. Desde que recobró la libertad y sanó lentamente ele su dolencia, sus miradas estaban fijas en el sur, donde parecía sonrcírle su buena estrella. Efecti.;amente, el emperador Enrique \'I había incorporado a ;;u corona el reino de .Sicilia y Apulia. que era feudo de la Iglesia. Pero después que aquél hubo muerto en i\1esina en r 197, su viuda Cons– tanza no sólo reconoció los derechos feudales del Papa, sino que ;-ide– más nombró a Inocencia IJT tutor drl futuro emperador Federico 11, que sólo contaba tres años, y, por el mi~mo hecho. también regrnte del reino. i\Jientras el Papa se e;;furzaba en proteger sus iemlos y sah·agnar– dar los derechos de su ¡mpilo, el trinchante imperial i\Iarlrn·ald de A11weiler, con la ayuda <le nn podero;;o ejército, trataba ele arrogarse la regencia del snr de Italia. Durante algún tiempo la suerte ele las armas and11vo fluctuanclo, hasta que Inocencio III encomendó su causa al conde Gualterio ele Brienne. príncipe de Tarento y Lecce. Desde entonces la victoria acompañó a las banderas pontificias (1 r). El alma popular italiana vió pronto en el héroe de Brienne a su libertador ele la tiranía extranjera. Tocio el rntmdo le aclamaba con júbilo. Los tro– Yaelores cantaban sus hazaíías ele ciudad en ciudad v animaban a la muchedumbre a alistarse bajo ~us Yictoriosos penclo-nes. Una oleada dt· entusiasmo invadía las comarcas. Audaces ayentnreros, intrépidos caballeros y rscuderos ganosos ele hazañas afluían de tocias partes. To– dos esperaban granjear, a las órdenes del famoso caudillo, gloria y galardón, sueldo y botín, tierras y título ele nobleza. Al hijo ele Pedro Bernardone. ahora más que nunca, le enardecía la realización ele sus sueños de caballero y ele príncipe. En esto llegó la noticia fatal de que el héroe de Brienne había mtter– to. El r 1 ele juio ele r205, mientras estaba sitiando el castillo de Sarno, había siclo atacado a traición por el alemán Diutpolcl, capitán ele parti– das, y había fallecido tres días después a consecuencia de las heridas recibidas (r2). Con todo, su ejército continuó la lncha; y recibía nne– vos refuerzos del norte y del centro ele Italia. (n) Véase Gesta fn11occntii PP. 111, ca¡i. XXX y sigs., nlig11c, PL, 2q, S4 y sigs., y MuRATORI, A111wli d'Jtalia, a los años uoo-J2()5: A. Luc1L\TRE, Im10ce11t III, Rome et l'Italic, París, r004, 183 y sig. (12) Gesta huwcwtii TTT, cap. XXXVI 11, col. (i7: LtTHAlHE, o. c., 101. - (·,,rno Asís estaba todavía e11 guerra con Pcrusa, la ¡iarticla de Francisco se retrasó si11 duda hasta la conclusión de ]a paz a 31 de agosto ele 1205; pero debió
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