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EL CAUALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS taba con bárbaro rigor, en especial a los presos políticos y militares. El mero recuento de tales torturas prodnce escalofríos. Sometían a los prisioneros al tormento, los cargaban de cadenas, los encerraban en mazmorras subterráneas. En Asís, Espoleta, Foligno, Tcrni, Narní y otras partes los izaban en la picota, hasta qne se rompían las cuerdas más gruesas. En Parma los aherrojaban al aire libre, deján– dolos expuestos invierno y verano a todas las inclemencias del tiempo. En Forlí los herraban como a caballos. En Citta di Castello los ataban a la cola de un asno, para conducirlos al patíbulo y hacerlos allí em– palar cabeza abajo. En Milán los metían, con las manos atadas a la espalda, en un haz de paja y les predían fuego. En Cremona les obli– gaban a guardar la comida en los montones de cadáveres de sus cama– radas que habían sucumbido en la batalla, hasta <1ue aprontaran el impuesto de capitación por los caídos ( 8). E1J Perusa, detrás ele la casa municipal, existe aún hoy la calle de la Jaula (vía della Gahbia), llamada así ¡iorc¡nc sobre ella pendía una jaula de hierro en que eran encerrados los prisioneros y entre– gados a la muerte por hambre. En el mejor de los casos, yacían amon– tonados en estrechos y sucios recintos, aherrojados y expuestos a pri– vaciones sin cuento (9). Yerdad es que el hijo de Pedro Bernarclone, a causa de su noble porte y sentimientos, no íué puesto con los soldados ordinarios, ~ino con los caballeros (10); pero también éstos tenían que sufrir lo indc-– cible. El mismo Francisco recorclarú más tarde una y otra vez con espanto los tormentos que entonces hubieron de padecer de parte ele los perusinos. Con voz temblorosa, (le sólo pensar en ellos, clecia a sus hermanos (II): ''Las gentes de Perusa han hecho nmcho mal a sus vecinos" ... Poco a poco hasta los más animosos compañeros de cautiverio per– dían el ánimo, lamentándose de su suerte v exacerbando sus moles– tias (12). Sólo Francisco no se dejó abatir; a pesar de que, dada S\l delicada complexión, la situación debía de hacérsele doblemente inso– portable. Conservó su innato buen humor, se alegraha de corazón y hacía bromas con sus cadenas. Esto movía a admiración a sus compañeros ele sufrimientos. Alguno de ellos llegó a lanzar la especie ele (111e iba volviéndose loco. Pero (8) FERRAR!, Storie del/e rfro/1doni d'Ita/ia, I, 5..¡ 1 . (9) Ce/. II, 4. (B. A. C., ibídem). (ro) Socii, 4. (B. A. C., ibídem.) (II) Ce/. II, 37. (B. A. C., 409.) (12) (el. II, 4; Socii, 4. (B. A. C ut supra.)
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