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ENTRE LA \'ARA DE i\IEl>IA Y LA ESPADA 2() cipantes de esas francachelas solían elegir un jefe adinerado y mag– nánimo, que corría con todos los gastos. El caudillo de la juventud de Asís, a fines del siglo xn. no era otro que el hijo de Pedro Bernardone. Rico, dadivoso y rebosando vida, poseía todos los requisitos para desempeñar con éxito su papel. Hallaba tanto gusto en ello que le quedaba poco tiempo y menos ganas para más serias ocupaciones. Si estando tras el mostrador de su tienda, divisaba en la calle a sus camaradas, nada había ya que lo retuviera. l~mpuñando un cetro recorría con ellos las calles ele Asís, cantando canciones caballerescas en francés e inventando toda clase ele pasa– tiempos. Después penetrahan en una posada para alegrarse comiendo y bebiendo entre música y cantos. Y cuando ya hacía largo tiempo que los pacíficos burgueses estaban durmiendo, los regocijados camaradas comenzaban de nuevo su bulliciosa ronda (39). El más alocado de todos era siempre Francisco: de él procedían bs más atrevidas ocurrencias, él cargaba siempre con tocios los gas– tos (40). "Era el primero - advierte Tomás de Celano (41) - en los juegos, en las bromas, en las risas y palabras vanas, en los cantares, en los vestidos muelles y lujosos". Y más de una vez, en su vanidad, llegó a poner retazos de paño de gran valor en un traje de paño ordi– nario, con el único objeto de atraerse las miradas de todos y aparecer como juglar (42). Sin embargo, a pesar de su buen humor y de sus chanzas, de su vanidad y ansia por gozar de la vida, siempre evitó todo lo bajo y ordinario. Nunca decía palabras groseras. Y no hablemos de acciones poco delicadas. Sus compañeros lo sabían, y por eso se guardaban muy bien de suscitar semejantes conversaciones. Y si alguna vez se hacía alguna alusión indecente, Francisco se quedaba mudo y la cas- tigaba con un helado silencio (43). · Con la pureza de corazón y la finura unía el noble carácter de un joven. Era de rara blandura y mansedumbre., de extraordinaria pa– ciencia y condescendencia, de porte encantador. Habíase propuesto en particular no emitir nunca un juicio severo ni hablar mal de nadie (44). (39) Ce!. I, r-3. (B. A. C., 286-288.) Socii. 1-2. (B. A. C., 796-797.) (40) Ce/. II, 7; Socii, 7. (B. A. C., 389, 800.) (41) Ce/. I, 2. (B. A. C., 287.) (42) Socii, 2, 7. (B. A. C., 797.) (43) cer. II, 3; Socii, 3. - P. FREDEGANDO DA ANVERSA, L'allegra giove11ezza di S. Fra11cesco d' Assisi, en "L'Italia francescana ", r, r926, 273 sigs. demuestra definitivamente que la juventud de Francisco fué, sí, alegre, pero moralmente pura por completo. (44) Socii, 3; Bonav. I, r. (B. A. C., 797, 527.)
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