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EL CAllALLERU DE CRISTO FRASCISCO DE ASÍS se desbordaba y su mano daba, sin contar, todo lo que estaba a su alcance. Sólo una vez. estando completamente absorbido por su negoc10, despidió a un pobre que le pidió limosna por amor de Dios. No bien lo hizo, sintióse tocaclo de la gracia de Dios, se acusó de una gran descortesía y exclamó: "Si aquel pobre hubiera pedido algo en nom– bre ele un poderoso conde o barón, se lo habría dado seguramente. Pues ¿ cuánto más deberías haberlo hecho por el Rey de reyes y Señor de todos?'' (35). El sentido profundamente creyente de Francisco ve, pues, en el pobre al enviado del Altísimo y en estilo perfectamente caballeresco, considera comportamiento descortés el no haber dacio preferencia a este enviado sobre la nobleza del país, recibiéndole con honores regios. Aguijado por esta idea, fué corriendo tras el pobre, le colmó de rega– lo,; y prometió no negar en adelante cosa alguna que se le pidiera por amor de Dios. Promesa que mantuvo inquebrantable hasta su muerte (36). A la generosidad y bondad caballeresca añaclíase el entusiasmo por la gaya ciencia de los trovadores. ¡ Con cuánta frecuencia había con– tado Bernarclone episodios de las alegres andanzas ele juglares y can– tores ele amor l j Con cuánta viveza, al tornar ele sus viajes comerciales de Francia. había descrito las brillantes fiestas ele los caballeros! No es extraño que Francisco, durmiendo y velando, soñara con esta vida romántica. Por lo demás, podía verla en su misma ciudad de Asís. Sabemos (37) que los trovadores en aquellos tiempos recorrían a Italia de norte a sur, que los torneos de caballeros y los regocijos po– ¡mlares estaban a la orden del día, que en todas las cortes grana<las hrotaban cortes de amor y de hidalgos. y que en las ciudades más pe– queñas. al menos la juventud se reunía en sociedades para cultivar la gaya ciencia. Un jefe (poclesta) arrastraba a los bulliciosos compañeros ele fiesta en fiesta, ele banquete en banquete. y con frecuencia también a liviandades y excesos. Los Estatt~tos comunales ele Asís daban la facultad de condenar a cualquier miembro ele la parentela a pagar el escote eventual. con la limitación de que a cada individuo no pudiera imponérsele más que diez sueldos ( solidi) (38). Para no verse obligados a pagar, los parti- (35) Ibídem. (36) Bonav. I, r. (B. A. C, 527.) (37) Véase pág. 18 y ,ig. (38) Stat. del Co1itunc di Assisi, lib. 3, rnb. -18, comunicado por FoRTINT, I I5, 11. l.

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