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EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS la moral cristiana y la honestidad caballeresca. no podían ponérsele reparos serios ; y ele hecho el canto de amor se mantuvo en su mayor parte en esta elevación. Gran número ele trovadores tornaron parte en las Cruzadas y arriesgaron su vida para librar el sepulcro del Re– dentor de las manos ele los infieles. A veces la canción ele amor mtm– dana conviértese en cantar de cruzados. Del amor de las mujeres se encumbran muchas veces los cantores al amor ele Dios, y llegan a declarar en ocasiones que la caballería cristiana coloca el amor ele Dios sobre el amor ele las mujeres, al µaso que la caballería pagana, sarracena, busca su mayor gloria en con:-iclerarse como mero servicio de la mujer ( 19). Pero, por desgracia también el canto ele amor ele los caballeros cristianos degeneró con demasiada frecuencia en un plató– nico juego ele amor, en fogosa sensualidad y hasta en ardiente pasión. Esto ocnrrió especialmente desde que en el siglo x1n fué relajándose en todas partes la vida moral (20). Pero hacía ya tiempo que la ''gaya ciencia" se había extendido por todos los países. Dondequiera que estaba en boga el estilo caballeresco, se rindió homenaje al nuevo movimiento. Partiendo ele Provenza conquistó corno en triunfo a toda Francia, Castilla, Navarra, Portugal, Alemania, Inglaterra y el reino latino de Oriente. Sobre todo en Italia encontró acogida general y un eco sonoro. Hecho bien comprensible, si se recuerda que este país confinaba por oeste con Provenza, y que la lengua provenzal estaba estrechamente emparentada con los dialectos italianos, cuyo número estimaba Dante en más de mil. Los más renombrados trovadores de Provenza, como Peire Viclal, Raimbaut ele Vat1ueiras, Americ ele Peghulan, Gaucelm Fayclit, Folquet de Romans, Bernardo ele \'en– tadour, viajaron por Italia y allí cantaron una gran parte ele su vida. Además, algunos poetas italianos se servían del idioma proven– zal, porque aún no tenían una lengua escrita propia (2r). En la corte ele los emperadores Hohenstaufen, que con frecuencia atravesaron la península desde el norte hasta Sicilia, encontraron los trovadores ge– nerosa protección y hospitalidad. Los señores feudales de Este, Ve– rona, Monferrato, Ferrara., pronto tuvieron sus propias cortes de amor. (19) Cfr. EI!lUSThIA:-N, o. c., l..19, 279. (20) ·La mayor parte de los trovadores, que todavía florecieron hasta fines del siglo xnr, "cultivaron el canto ele amor propiamente dicho a la manera anti– gua, se ufanaban de sus aventuras galantes, celebraban a princesas y grandes clamas, se quejaban melancólicamente ele desvíos e infidelidad, ele frialdad y des– precios, suspiraban por miradas amorosas y amor recíproco, discutían con otros poetas sobre las leyes y vicisitudes del amor". BAUMGARTNER, l. c., VI, 30. (21) BAt'MGARTNER, l. c. 37 sigs.

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