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l~POCA Y AI\IBIENTE CABALLERESCOS ciones ele los trovadores del sur se recomendaban por la alta perfec– ción ele su forma artística. Era el medio más seguro para conseguir el fin propuesto, que no era otro que entretener a la sociedad cortesana. Ofrecían materia para ello los acontecimientos importantes o insigni– ficantes de la misma corte, la historia real o legendaria de las dinastías, los sucesos políticos y guerreros contemporáneos, las novedades que los mismos poetas habían vivido o aprendido. Pero también cantaban el honor y los deberes del caballero: lealtad absoluta, inquebrantable fidelidad para Dios, con el rey y el señor feudal, heroísmo contra los enemigos de la fe, de la patria, del derecho., de los débiles, ele los ofen– didos y oprimidos. Pero ante todo su canción tiene por objeto a la se– ñora de la corte. La esposa del señor feudal era el centro del círculo cortesano. El hogar santificado por el sacramento del matrimonio. la felicidad de la familia. el orden y bienestar de la servidumbre, el sustento y el vestido, el adorno y decoro de la casa, la educación de los hijos, los modales delicados y la buena crianza, el cuidado de los pobres y en– fermos, la magnificencia y artístico embellecimiento de la casa feudal: todo eso estaba encomendado a la solicitud y al silencioso gobierno de la noble señora. Por eso, todos., desde el príncipe hasta el último criado, debían servirla según uso caballeresco. Pero en especial el can– tor de la corte estaba pasajera o duraderamente contratado para el servicio de la señora, a quien llamaba precisamente su dueño (midunz, dominus meus), y tenía que cantar su hermosura, su gracia, su bondad de corazón, todo el encanto de sus prendas corporales y espirituales. Obligación suya era rendirle homenaje en su canción, alabarla, buscar su favor, enloquecer por ella, convertirla en objeto adorado de su amor convencional. En atención a esta profesión los trovadores se llamaban sencilla– mente cantores de amor (Minnesanger). Las cortes, en que florecía y estaba en boga el canto, se llamaban cortes de amor, y el conjunto de estas prácticas a que se dedicaban los trovadores y sus satélites (los juglares), recibían el nombre de gaya ciencia. El servicio de amor y el canto de amor se han de medir según los cánones o normas de la Edad Media. El poeta cortesano dirigía sn canción a la sociedad; ésta le animaba a cantar para alegrar a la se– ñora, regocijar al círculo ele cortesanos y elevar la vida social a una esfera más alta y refinada. Así la lírica ele los trovadores viene a set una poesía de la colectividad, un juego ingenioso y armonioso, pero no una vivencia amorosa personal del cantor ni una confesión de su propio corazón. Mientras se movió dentro de los límites señalados por 2

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