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EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS neos, unidos con interminables comilonas y desatinadas diversiones. También la vida familiar y privada de las clases feudales dejaba con frecuencia no poco que desear. Verdad es que muchos caballeros se mantuvieron fieles a su vocación así en los castillos de su patria como en tierras extranjeras; pero otros adoptaron una postura espiritual y un rumbo de vida en pugna con la bendición recibida al tomar la espada y con los fines de las Cruzadas cristianas. Testigo del primitivo ideal de las Cruzadas y del progresivo decai– miento del mismo es la poesía caballeresca francesa, bretona y proven– zal. Debemos tratar de ella, aunque sea con brevedad, porque preci– samente Francisco, según puede demostrarse, estuvo bajo su influjo, y porque ella refleja con la mayor perfección la época y el ambiente del Santo. No debe causar extrañeza el que las primeras obras de esta poesía brotaran en terreno francés y fueran compuestas en lengua francesa. ya del norte (lengua de oil), ya del sur (lengua de oc). Fran– cia era la cuna del entusiasmo por las Cruzadas, Francia mantenía desde el siglo XI la dirección espiritual del Occidente; de Francia ha– bían partido los impulsos creadores para fecundar los países vecinos; en particular, en Francia tenían su hogar el arte gótico, la caballería y la poesía caballeresca. En el centro de la épica francesa (chansons de geste) está la Can– ción de Roldán (14), compuesta hacia fines del siglo XI en el Norte de Francia y adaptada poco después al alemán (n27-n39) por el clérigo bávaro Conrado (15). Esta extensa epopeya canta la legendaria gesta de Carlomagno contra los Sarracenos de España y celebra la victoria obtenida por la Iglesia y el Imperio. Carlomagno aparece como el héroe de fe inquebrantable: es varonil y al mismo tiempo manso, juez justo, piadoso, humilde, lleno de confianza y de humildad para con Dios ; es la inconmovible roca contra la que se estrella la oleada de los agarenos. Como íntimos familiares tiene en su derredor doce paladines, los más sabios en el consejo y adalides del ejército; ostentan las virtudes de la caballería cristiana; son magníficos campeones, puros y castos, dispuestos a morir alegres por Cristo y ganar como mártires el reino (14) L. GAUTIER, Les épopées fran,aises, 2.ª ed., París, 1892; P. ALEX BAUMGARTNER, Geschichte der W eltliteratur V, Friburgo de Br. 1905, 15-39; Jos. BÉDIER, Les légendes épiques, 4 vol., París, 1908-1913; La chanson de Ro– land publié d'aprés le ms. d'O.rford et traduite, París, 1927; E. FARAL, La Chanson de Roland, París, 1932; G. BERTONI, La Chanson de Roland, Florencia, 1936. (15) Das Rolandslied des Pfaffen Konrad, ed. por Carl WESLE, Bona, 1928.

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