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136 EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS maestro-cantor de la Reina del cielo. Sus canciones a la Virgen son de una sencillez, candor y popularidad encantadoras. Distínguense al mismo tiempo por una estrecha unión con Cristo. El poeta, después de fijar su mirada en el Salvador que enseña y padece y resucita, acaba siempre con un saludo amoroso a 1\Iaría; y cuando su canción ensalza a la Virgen, ésta es considerada como un mero fondo del Verbo encarnado, y su vida, como una vida oculta para Jesús y con Jesús. Está completamente escondida en Dios, tan cercana a Dios, que su personalidad casi se pierde en Él (104). Jacopone es el mayor repre– sentante de la poesía de las laudes. Aquella semilla de la alabanza de Dios y de 11aría, que un día sembrara San Francisco, maduró y dió frutos sabrosísimos en las obras de Jacopone. El Cántico del Sol. El Cántico del Sol es la canción de cuna de la lengua italiana (105);. su más precioso monumento primitivo y el más bríllante joyel de la poesía religiosa popular del siglo XIII (106). Pero aquí no es eso lo• que nos interesa. Así como en San Francisco no honramos simple– mente al trovador, sino al trovador y juglar de Dios, así tampoco, tratamos el Cántico del Sol como una creación literaria, sino como "Alabanza de Dios por las criaturas". Aun desde el punto de vista puramente histórico, éste es su mérito inmortal: el haber contem– plado la creación con los ojos de un poeta profundamente creyente, haberla amado con el corazón de un hijo de Dios y haberle prestado voz y alma. para cantar las alabanzas del Señor en un concierto de innumerables voces. El Cántico del Sol no nació ele una inspiración poética de momen– to, sino que es una ele las grandes vivencias de toda su actuación como Caballero de Cristo. Sabemos ya que Francisco, desde el momento que se hizo Caballero ele Cristo, cantaba las alabanzas del Señor y ani– maba a todos los hombres a cantarlas. Pronto convidó incluso a las criaturas irracionales a unirse a los loores del Creador. Con verdadera simplicidad de paloma y devoción nunca oída animaba a todos los ele- (104) P. HrLARIN FELDER, Jacoponcs lllaric11111i1111c, Stans, 1903. (105) ERNESTO MoNACI, a quien debemos la mejor antología de los pri– meros siglos, ha descubierto trozos en prosa, pero no poesías anteriores a San Francisco. Véase su obra ya citada, págs. 29-3 r. (ro6) G. BERTONI (l. c.. 128) lo llama .. il preziosissimo documento, che e la gemrna la piu fulgida della poesía religiosa volgare del secolo XIII".
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