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EL TROVADOR Y J~GLAR DE DIOS 1 33 La Salutación de ;.11 aría. Junto a las alabanzas de Dios los laucleses cantaban las de la san– tísima Virgen María (89). Francisco fué modelo en esto. como en el movimiento de las landes en general. En todo tiempo estuvo ani– mado "de una especial devoción a la :'.\ladre de toda misericordia" y "Señora del mundo" (90). Profesaba esa devoción tan indecible a la Madre de Cristo, porque ella - decía el Santo - nos había dacio por hermano al Señor ele la majestad (91). Alegrábase como un niíío por cualquier honor que se le tributara. "Con mucha razón - advertía (92) - es tan ensalzada la bienaven– turada Virgen María, porque llevó al Señor en su santísimo seno". En ella, después de Cristo, tenía puesta tocia su confianza ( 93). A ella confesaba cada día sus faltas y por su mediación esperaba obtener el perdón de sus supuestos pecados (94). Nunca dejó de rezar su Oficio (95). Además, como asegura Tomás de Celano (96), "la obsequiaba con especiales alabanzas, le dirigía ruegos y le ofrecía sus afectos, tanto y de tal manera que no puede expresar la lengua humana". ron las de los Flagelantes, que aparecieron hacia 1260, animados al principio de un serio entusiasmo, pero que con el tiempo fueron degenerando en cuadrillas de bribones vagabundos, y al fin acabaron en toda clase de extravagancias. G. BERTONl (o. c., 126) señala en pocas palabras la diferencia entre h lírica fran– ciscana y la de esos hipócritas: ·• La poesía franciscana, cuyos mayores repre– sentantes son el mismo San Francisco, Tomás de Celano, Jacopone de Todi y San Buenaventura... se eleva por encima de aquella inmensa riada laudística, que cayó sobre gran parte de Italia al difundirse las bandas de los disciplinan– tes, y adquiere un valor artístico innegable junto al profundo significado que tiene como hecho histórico. Fué lírica latina y vulgar y dejó excelentes monu– mentos a las letras". - Cfr. Art. "Lautle, Laudesi" de MARIO PEL-\EZ, en ·• En– ciclop,edia italiana", XX, Roma, 1933, 62r sigs. (89) T2.mbién en las laudes extraiias a la Orden franciscana la alabanza de María ocupa un amplio espacio. Para convencerse de ello, basta hojear los textos de laudes comunicados por A. BARTOLI (Crestoma:::ia della Poesia ita– liana del periodo del/e origini, Turín, 1882), y por MoNACl (obra antes citada, 456, 461, 471, etc.). (90) Cel. I, 21; Bonai•., c. 2, n. 8. - Cfr. P. AnrANAsn:s BIERB.ffM, O. F. M., Der lzl. Fran.::iskus und die Gottcs11111ttcr, Paderborn, 1904. (91) Ccl. II, 198. (B. A. C., 503.) (92) F,pist. ad Cap. Genera/e, Opuse., ro2. (B. A. C., 56.) (93) Bonav., 9, 3. (B. A. C., 587). (94) Opuse., ros, l2I. (B. A. c., 58.) (95) Opuse., II9, 126. (96) C el. II, 198. (B. A. C., 503.)
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