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132 EL CABALLERO DE CRISTO FRA~CISCO DE ASÍS "el nuevo Cántico de las criaturas del Señor" (84), que él había compuesto en horas de dolor (85). Hasta la muerte siguió siendo trovador y juglar de Dios, y su caballería de Cristo equivalió a una verdadera cruzada por la alabanza del Señor. Y de hecho con él se inicia aquella poesía popular y aquel movi– miento popular que en los siglos XIII y XIV va unido a los nombres de Laudes v Laudeses. Las laudes eran cantos a dos coros, a la manera ele los respon– sorios litúrgicos. Un solo cantor o un grupo cantaba el texto de la laude, y el pueblo lo repetía o respondía a coro. Los autores francis– caaos ele laudes hicieron un bien inmenso, aunque muy pocos ele ellos nos son conocidos, aparte J acopone de Tocli. Sus canciones se hi– cieron patrimonio común, como ocurre con las canciones popula– res (86). Adondequiera que iban los Frailes :-.íenores, solían reunir en derredor de sí al pueblo y alternando con él cantar las alabanzas del Señor (87). Con ocasión ele innumerables devociones populares, practicadas en las iglesias o al aire libre, resonaban las fácilmente cantables me– lodías de las laudes en lengua latina y más aún en lengua vulgar. Así provocaron una poderosa oleada de renovación espiritual, que al principio abarcó a Umbría y Toscana, pronto se extendió a las de– más provincias italianas y por fin llegó a traspasar los Alpes (88). (84) Spcc. pcrf., c. roo. (B. A. C.. 766.) (85) Ci!l. II, 217. CB. A. C., 514-515.) (86) Muy bien dice GASPARY, obra citada, 140: "Los nombres de los más antiguos laudeses están olvidados; sus poesías vinieron a ser patrimonio común, como las canciones populares. Sólo uno de ésos nos es bien conocido, un hom– bre que ostenta en cierto modo la representación o personificación de todo el género, de modo que a menudo se le atribuyeron también cantos ajenos: es Fray Jacopone de Todi ". - Cfr. D'ANC'ONA, Jaco pone da Todi, il giullarc di Dio del sec. XIII, Todi, 1914; ALF. MoRl, Giullari di Dio, Milán, 1920, 19-78. - La mejor colección de las laudes de J acopone dispuso FRANCEsco BoNACCORs1, Laude di fratc J. da Todi, Florencia, 1490, reeditada por G. FERRl, Bari, 2.ª ed., por S. CARM!ELLA, Bari, 1930. (87) Una interesante prueba en apoyo de lo dicho se encuentra en la lla– mada "Legenda antigua S. Francisci", del Cód. 1406 de Perusa (ed. P. FER– DlNAND DELORME, O. F. M., en "Arch. franc. hist. ", 15, 1922, 292: "Pues con frecuencia, como los frailes de aquel lugar de Grecio alabaran al Señor al atardecer, como solían hacer los frailes en aquel tiempo en muchos lugares, los hombres de aquella aldea, grandes y pequeños, salían fuera; y estando en el camino delante del pueblo, respondían a los frailes en alta voz: ¡ Loado sea el Señor! De tal manera que hasta los niños que aun no sabían bien hablar, cuan– do veían a los frailes, alababan a Dios, como podían". (88) Del todo diferentes de las laudes y de los laucleses franciscanos fue-

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