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I22 EL CABALLERO DE CRISTO FRAXCISCO DE ASÍS "Toda su persona predicaba" - dice acertadamente Tomás de Celano (33). Hablaba todo el hombre y su discurso venía a resultar un espec– táculo. Nunca renegó de esta manera dramática de predicar. ni ante gentes sencillas, ni ante sabios y hombres de alto rango. Hasta a la ilustre asamblea del Papa Honorio y sus Cardenales habló con tal fer– vor de espíritu, que casi salió ele juicio. "~íientras hablaba su boca .. movía su cuerpo y sus pies, como quien está danzando" (34). Aun en su oración de contemplación seguía siendo juglar ele Dios. Tomás de Celano refiere que "percibiendo en el interior de su espíritu suavísimas melodías, entonaba algún canto en francés", y aiiade: "Algunas veces, según nosotros mismos presenciamos, levantaba del suelo un palo, y apoyándolo sobre el hombro izquierdo, tomaba en la derecha un arco de alambre y lo pasaba sobre el palo como sobre un violín, hacía los gestos apropiados y cantaba en francés al Señor. Semejantes acciones solían terminar en lágrimas, y todo su júbilo se mudaba en tristeza por la Pasión de Cristo" (35). No nos asombramos de esos episodios, pues sabemos que Fran– cisco convirtió su vida entera en una epopeya cristológica, en un drama avasallador, en una concreta imitación y representación ele la vida y Pasión ele su Señor, hasta el día de las Llagas y hasta las horas de agonía del Gólgota. Porque poseía en tan alto grado el don de dar forma y represen– tar gráficamente, le cuadra a Francisco el nombre de poeta, prescin– diendo de si nos han llegado, o no, poesías compuestas jJor él. Los es– pecialistas competentes están de acuerdo en este punto. H. Boehmer analiza delicadamente la psicología de Francisco y llega a esta con– clusión (36) : "Si realmente la viveza, frescura y fuerza de la fantasía es la principal característica del talento poético, Francisco era sin duda poeta... Uno que siente y vive de esa manera, es poeta, aunque no hable en verso ni en figuras". J. Garres aprecia así el genio poético del Santo (37): "Si hubiera pretendido la corona ele poeta, ésta apenas hubiera podido fallarle. La naturaleza le había dotado ele tan buen ingenio y de tal ardor de sentimiento, como se hallan en pocos ele los trovadores, cuyas obras (33) Cel. I, 97. (B. A. C., 350.) (34) Cel. I, 73, (B. A. C., 332.) (35) Cel. II, 127. (B. A. C., 463 sig.) (36) Ana.Zekten, XLIX, LI.-Asimismo FAtocr-PuLIGNANI, Confercn:::e fran– cescane, Citta di Castello, 1924, 263. (37) o. c., 25.

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