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EL TROVADOR Y JGGLAR DE DIOS 12I Un día ele Pasrna representó el papel de peregrino. Tomó presta– dos el sombrero y el bordón de un romero, llamó a la puerta a la hora de la comida y pidió a los frailes un pedazo de pan por amor de Dios. Hiciéronle entrar y le ofrecieron una escudilla con alimento. Él sen– tóse en el suelo, c~locó junto a sí la escudilla y dijo alegre de cora– zón: "Ahora me siento como conviene a un fraile menor" (28). Otra vez quiso presentar "ante los ojos corporales" la fiesta del nacimiento del Redentor, tal como había sucedido en Belén. Su amigo Juan Velita tuvo que prepararle en el bosque un establo con un buey, un asno y su pesebre. La noche de Navidad el Santo con sus frailes y gentes del pueblo partió en procesión hacia la nueva Belén. Revestido ele diácono, Francisco describió " con dulcísimas palabras el nacimiento del Rey pobre, y cuantas veces pronunciaba el nombre de Jesús, se relamía los labios, como para paladear la dulzura de ese nombre". No atinaba a pronunciar la palabra Belén, sin remedar (Bet– le-hem) el balido de cordero - Jesús, el Cordero de Dios - (29). Una y otra vez ocurren en la vida de San Francisco acciones es– cénicas y simbólicas de esa clase. Poseía una fantasía tan viva, un don tan rico de expresión, un talento de improvisación tan inagotable, que para él cualquier rincón de la tierra se convertía en escenario y cual– quier objeto en actor de teatro. Esta habilidad de remedar caracterizaba también su predicación. Acerca. de ello escribe Tomás de Celano (30): "Era un hombre de extraordinaria elocuencia. Su rostro resplandecía de gozo, apenas co– menzaba a lnblar. Su expresión era llena de bondad, el lenguaje suave, fogoso y comecliclo, la voz potente, dulce, clara, sonora ... Cristo, que es sabiduría y fuerza, le prestaba fuerza y poder". "Francisco no predicaba según la manera acostumbrada de los predicadores, sino como un orador popular" -cuenta un estudiante de Bolonia, que le oyó predicar en la fiesta de la Asunción de J\fa– ría (31). En este apóstol agraciado por Dios., todo era vida, movimiento, len– guaje a los ojos, en tanto grado que las gentes acudían en tropel no sólo para oírle, sino también para verle (32). (28) Ccf. II, (ir. (B. A. C., 424.) (2()) Ce/., I, 84-86. (B. A. C., 339 sigs.) (Jo) C el. I. 83; II, 107. (B. A. C., 338 sigs.; 450.) (Jr) THm!AS SPALATExsrs ARCHIDIACOXL'S, Historia Salo11itaru111, ed. Mon. (;errn. Hist., SS., 29, 580. - Tomás se encontró con Francisco el año 1222. (32) Bcna~·-, I2, 8. rn. A. c., Gro.)
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