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EL TRO\'ADOR Y JUGLAR DE DIOS notar que "Fray Enebro era un excelente juglar de Dios, porque con frecuencia cantaba al Señor con encendidas palabras" (r8). Asimismo, a Fray Gil, que en medio de su simplicidad, estaba tan familiarizado con la Canción ele Rolclán (19), se le tributa esta alabanza: "Este santo varón siempre estaba alegre y regocijado; y si alguna vez ha– blaba con otro de las palabras clel Señor, lleno de gozo admirable. Tespondía devotísimarnente; y saltando ele júbilo, besaba las pajas y las piedras, y hacía otras cosas semejantes, movido ele maravillo~a devoción. Y como estando en tan admirable gracia, se le hiciese amar– go dejarla y volver a las cosas humanas del cuerpo, es decir, a comer en el tiempo oportuno, deseaba poder vivir de hojas ele árboles, para ,evitar el trato con los hombres y no verse obligado a abandonar esa gracia ni por una hora. Cuando por fin volvía a los frailes, solía venir radiante y jubiloso. Y alabando y bendiciendo a Dios, decía: "Ni la lengua puede decir, ni la letra expresar, ni el corazón humano adivi– nar lo que Dios tiene preparado a los que quieren amarle'' (20). Aún es más significativa la afición que tenía San Francisco a Fray Pacífico. Este trovador mundano había vivido en la Marca ele Ancona completamente olvidado ele Dios y dedicado de lleno a los lascivos cantos ele amor. Llamábasele "rey de los versos", porque, con las historias amorosas que inventaba, tenía hechizados a todos ; por lo cual había siclo coronado pomposamente por el Emperador. Francisco topó con él por casualidad, y con cortesía caballeresca le invitó a entrar en su Orden y hacerse trovador ele Dios. El poeta contestó sin ambages: "Basta ya ele palabras: pasemos a las obras. Arráncame ele entre los hombres y restitúyeme al Emperador del cielo". Al día siguiente recibió el hábito ele la Orden; y en adelante empleó sólo para cantar a Dios aquella cítara que antes había dedicado a cantar amores terrenos (21). Al lado ele tales ruiseñores hallaba placer San Francisco. Los animaba a cantar y cantaba con ellos a porfía, hasta que se le agotaban las fuerzas (22). Todavía tenía otra cosa ele común con los trovadores y juglares: el afán de representar las cosas gráficamente, al vivo. La gaya ciencia no se contentaba con palabras y sonidos: quería (18) Ce!., Vita S. Clarae, c. 6, n. 51, '· Acta SS.", Augusti, t. II, 764. (19) Véase cap. 9, nota 8. (20) Vita Fr. Acgidii, "Anal. franc. ", 3, 105 sig. (21) Cel. II, 82, 106, 273; Spec. perf., c. 100. - Cfr. también 'C. CosMO, T-rate Pacifico, ''1·ex i•ersuum", en "Giorn. stor. di letteratura ita!.", 38, 1901, -:1:-,10. · (22) Spec. ferf.. c. 121; Actus, c. 18. (B. A. C., 788-789.)
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