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II8 EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS bastante fuerte para soportar alegremente las cosas más duras y amargas" En los últimos días de su enfermedad un fraile creyó, con la mejor intención, deber advertirle que los ciudadanos de Asís se escandali– zarían de tan cle~Lorclacla alegría. Francisco le tranquilizó y luego aña– dió con gran feryor de espíritu (14): "Permíterne, hermano, que me alegre en el Se110r, y en sus alabanzas, y en mis enfermedades, pues por la gracia del Espíritu Santo, estoy ele tal manera unido y conforme con mi Dios y Señor, que, por su infinita misericordia, tengo muchos motivos para gozar con Él". Conocida esa jovialidad, se comprende que Francisco se hubiera apropiado igualmente el amor de los trovadores y juglares a la música y al canto. Pero, mientras en otro tiempo, en compañía de sus jóvenes amigos, llenaba día y noche las calles de Asís con acordes de vihuela y canciones joviales, ahora hacía resonar por montes y valles las ala– banzas de Dios ( r 5). "Siempre animado e imperturbable, entonaba para sí y para Dios cánticos de alegría en su corazón" (16). Y no sólo en los días risueños, sino también en las horas ele tri– bulación echaba mano de la música y canto para serenar su cuerpo y su alma. Así, estando gravemente enfermo ele los ojos, llamó cierto día a un compañero que en el mundo había sido tañedor de vihuela, y le dijo: "Hermano, desearía que pidiendo prestada una vihuela en se– creto, la trajeras aquí y entonando una honesta canción, proporciona– ras algún alivio al hermano cuerpo, que está lleno de dolores". A lo que replicó el fraile: "Padre, me da mucha vengüenza el pedirla, porque las gentes podrían sospechar que yo he sido vencido por esta liviandad''. Repuso el Santo: "Bien: dejémoslo, pues, hermano". Pero la noche siguiente, estando el Santo despierto y abismado en altísima contemplación ele Dios, resonó repentinamente una cítara de armonía admirable y de dulcísima melodía. A nadie se veía, mas las vibraciones de los sonidos indicaban que el citarista se paseaba ele una parte a otra. Arrobado su espíritu en Dios., gozó tanta dulzura el Santo en tan sublime música, que se le antojó hallarse ya en el otro mundo" (17). Tenía especial predilección por los frailes que entendían de música espiritual y de canto piadoso. Así de Fray Junípero, de quien se hace (14) Spec. pcrf., c. 121. (B. A. C., 788-789.) (15) Ce!. I. 2; Socii, 2. (B. A. C., 287, 800.) (16) Ce!. I, 93. (B. A. C., 347.) (17) Ce/. II, 126. (B. A. C., 462 sig.)

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