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AMOR CABALLERESCO A DA~lA POBREZA embargo, '' en todas las Reglas recomendaba sobre todo la pobre– za" (14). Y lo que inculcaba con preceptos, lo cumplía él con el ejemplo. El amor a Dama Pobreza irradiaba sobre su vida entera, ardía en su corazón y brotaba continuamente de sus labios. Con frecuencia re– cordaba aquellas palabras del Evangelio: "Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo, nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza" (15). A menudo repetía: "En la medida que los frailes se aparten de la pobreza, se apartará el mundo de ellos, y buscarán y no hallarán. Pero si ellos indeclinablemente se abrazan a mi señora la Pobreza, el mundo los proveerá de todo, porque son dados al mundo para salvación del mismo" (16). En la pobreza que– ría sobrepujar a todos. Por eso, si casualmente encontraba a alguien que exteriormente le aventajaba en pobreza, al momento se lo echaba en cara a sí mismo y trataba de emularle, como si temiera quedar vencido en esa lucha por la pobreza. En una ocasión topó en el cami– no con un pobre miserablemente vestido. Contristóse por ello su co– razón y con voz conmovida dijo a su compañero (17): "La miseria de ese hombre debe causarnos honda vengiienza, pues nosotros esco– gimos la pobreza por toda riqueza, y ella resplandece más en éste". Cantaba con más encendido amor y más júbilo los salmos que tratan ele la pobreza. Como éste: "La esperanza de los pobres nunca queda defraudada"; o el otro: "Véanlo los pobres y alégrense" (18). Con frecuencia saludaba a la esposa de su corazón, diciendo: "¡ Oh! señora mía, santa Pobreza, Dios te guarde con tu hermana la santa htunildacl" (19). En su entusiasmo la llamaba ya madre, ya esposa, ya señora (20). A cada paso la encomiaba, y aun en sueños veía su ado– rada imagen (21). La epopeya de Francisco y Dama Pobreza es epopeya rigurosa– mente histórica en todas sus partes ; tan única en su género que no tenemos ni ideas para apreciarla ni sentimientos para sentirla. Nos faltan los cánones del caballero, del cantor de amor y del Santo de Asís. Para Francisco la pobreza era una auténtica señora, una prin– cesa, una reina. Él concretó, personificó, <lió vida a la pobreza; le (q) Socii, 35. (B. A. C.. 817.) (rs) Bonav., 7, 2. (B. A. C., 569.) (r6) Ce/. II, 70. (B. A. C., 430.) (r7) Ce!. II, 84. (B. A. C., 437.) (r8) Ce!. II, 70. (B. A. C., 430.) (19) Opuse., 20. (B. A. C., 67.) (20) Bonav., 7, 6. (B. A. C., 572.) (2r) Ce!. IT, 82. (B. A. C.. 436.)
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