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ro4 EL CABALLERO DE CRISTO FRA!';CISCO DE ASÍS Francisco asistía a misa en la Porciúncula el 24 ele febrero ele 1209 y en ella oyó el Evangelio de la misión de los Apóstoles: "Id y predi– cad: - Está cerca el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios. De balde lo recibisteis, ele balde dadlo. No os procuréis oro ni plata ni calderilla en vuestras fajas, ni zurrón para el camino, ni dos túnicas., ni zapatos, ni bas– tón" ... (Mt. IO, 8-10). Las palabras evangélicas iluminaron su alma como una revela– ción. "Esto es lo que yo quiero, esto es lo que busco, esto deseo hacer de todo corazón" - exclamó rebosante de alegría. Arrojó lejos ele sí bastón y zapatos. tomó una cuerda en lugar de cinturón ele cuero y se hizo un pobre vestido ele tela burda (2). Ahora era Francisco evangélicamente pobre. "Desde el principio de su vida en la Orden ha8ta su muerte, toda su riqueza consistió en una túnica, una cuerda y paños menores" (3). Arrastrado por su ejemplo, juntósele un día Bernardo de Quintavalle, noble ele Asís, y le elijo: "Hermano, yo ,1uiero repartir todos mis bienes temporales por amor ele mi Señor, que me los clió, según a ti mejor pareciere.'' Francisco no quiso decidir por sí mismo, sino (1ue respondió: "Maña– na ele madrugada iremos a la iglesia y, por el libro de los Evangelios, conoceremos lo que enseñó Cri~to a sus discípulos". Al día siguiente (16 ele abril ele 1209) se encaminó con Bernardo y un tercer compa– ñero, el jurista Pedro Catmmi, a la iglesia ele Sa:1 Nicolás, donde, después de fervorosa oración. rogaron al sacerdote que abriera por tres veces el Evangelio. La primera vez leyeron: "Si quieres ser per– fecto, ve, vende cuando posees y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, y, vuelto acá, sígueme'' (Mt. I<), 21). La segunda vez: ''No toméis nada para el camino. ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata: y que no tuviesen dos túnicas ele recam– bio" (Le. 9, 3). La tercera vez: "Si alguno quiere seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome a cuestas su cruz y sígame" (.\Te. 8, 34). Francisco dió gracias a Dios. que les habíet mostrado a él y a sus discípulos el camino de la pobreza. Y después exclamó: "Hermanos, esta es nuestra vida y regla, y también la ele aquellos que quieran juntarse a nuestra compañía. Id, pues, y cumplid lo que habéis oído". Efectivamente, ellos repartieron sus bienes entre los pobres, se vis- (2) Cel. I, r6, 2r sig.; Socii, 2s; !ord.. 11. 1 sig.; /!onaz·., 3. (B. A. C., 296, 299 sig.; 812, 537.) (3) Ce/. II, 55. (B. A. C., 421.)
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