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' too EL CAHALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASIS contemplarlas. Sus manos y pies estaban atravesados en el centro; en la palma de la mano y en el empeine ap~recieron las cabezas de los clavos, que eran de forma redonda y color negro. En la parte opuesta veíanse las puntas de los clavos que salían de la carne y estaban se– paradas de ella; eran largas, retorcidas y como remachadas. El cos– tado derecho mostrábase atravesado como por una lanza, cubierto ele una roja cicatriz, ele la cual brotaba a menudo sangre (49). Ahora estaba Francisco crucificado con Cristo en cuerpo y alma. Y no sólo llameaba en él un amor seráfico a Dios, sino que también, igual que el Crucificado, le consumía la sed de la salvación ele los hombres. Como las llagas de los pies le impedían anclar, se hacía llevar sobre un borriquillo por ciudades y aldeas para animar a las gentes a tomar la cruz de Cristo. Decía también a sus hermanos: "Comencemos a servir a Dios nuestro Señor, pues hasta ahora hemos hecho muy poco". Y ardía en deseos ele practicar de nuevo sus primeros ejercicios de humildad, cuidar como antes a los leprosos y someter su cuerpo ya extenuado al antiguo servicio personal del Señor (50). 11 Como expertísimo caba– llero en las batallas ele Dios, quería una vez más desafiar al enemigo a singular combate y conquistar nuevos laureles. Con la ayuda de Cristo esperaba llevar a cabo grandes proezas y obtener triunfos de– finitivos sobre el adversario" (51). No contento con los agudos dolores que le causaban día y noche las llagas de las manos_, pies y costado, ansiaba más dolores. Hu- (49) Ccl. I, 93-96, u2; Tract. de mirac., 4 sig.; Bona,:., 13, 3; 15, 2 (B. A. C., 347 sig., 361. 615, 626 sigs.). - Fray Elías, Vicario General, en la carta que escribió para comunicar a la Ortlen la muerte del Santo, da una des– rripción diferente de las sagradas Llagas. (La carta se halla reproducida en Acta SS., Oct., t. II, pág. 668, n. 6~9-653; en ED. LEMPP, Prere Elie de Cortonc, Pa– rís, r9or. 70 sig.; y en BoEIIMER, A11alc!?tcn, 90-92.) Parece a primera vista que el sucinto relato ele Fray Elías está en contradicción con el que nos dan Celano y San Buenaventura. H. BERGER ( La forme des stigmates de s. Fra11cois d'Assi– sr, en "Revue d'Histoire ecclésiastique", t. 35, Lovaina, 1939, 60-70) tiene de hecho por inconciliables ambos relatos y da la preferencia al de Fray Elías. A pesar de ese instructivo artículo del historiador de Lovaina, opinamos que ya el P. MrcHAEL BIHL, O. F. M. (lle sti_r;matilms S. T,rancisci, en "Archiv. franc. hist. ", 3, Quaracchi, r9ro, 425 sigs.) ha apreciado la armonía sustancial de los dos relatos. El que quisiera someter a 1111 nuevo examen la cuestión, debería hacer hincapié en el hecho de que el relato <le Tomás de Celano se presenta como pro– cedente de testigos oculares escogidos, que depusieron bajo juramento en el pro– ceso ele Canonización ele San Francisco (Bo/lfl'I'., 15, 4) y cuyos testimonios co– municó ya F. PENNACrl!I en "Miscell. franc.", 15, Asis, 1914, 129-137. (50) Ce!. I, ro3. (B. A. C., 354.) (Sr) L. c.

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