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EL CABALLERO DE CRISTO FRANCISCO DE ASÍS por el Señor Dios. El mero recuerdo de su muerte llena mi corazón de tal compasión y fe que nada de lo que abandoné por el Señor podrá apartarme de Él". Esa devoción a la Pasión y a la Cruz del Redentor se expresa aún más claramente en las órdenes de caballería. San Bernardo de Claraval, en su libro De la alabanza de la nueva milicia, describe lo que hay de grande y sublime en la Orden <le Templarios, que tiene por objeto defender los lugares en que Cristo vivió y padeció, y vene– rar la Cruz de Cristo (32). En los más antiguos estatutos de la Orden Teutónica los her– manos se llamaban sencillamente "Caballeros del Crucificado", porque "esta Orden se duele de la suerte de Cristo en la afrenta de su Cruz y ha prometido librar del yugo de los paganos la Tierra Santa debida a los cristianos" (33). Con todo, ningún caballero de Orden Militar y ningún Cruzado fué tan fiel y obsequioso al Salvador paciente como lo fué Francisco. El hecho histórico del Calvario, los indecibles dolores, el triste desamparo, la espantosa angustia de muerte del Hombre-Dios le es– tremecían hasta lo más íntimo de su ser. Ya al poco tiempo de hacerse vasallo del Señor soberano en Espoleto, "se le apareció un día el Crucificado. A su vista el alma de Francisco se derritió de amor, y el recuerdo ele la Pasión de Cristo hirió tan vivamente su corazón, que desde entonces, siempre que traía a la memoria los tormentos del Sal– vador, le era ele todo punto imposible contener las lágrimas" (34). Algún tiempo después estaba Francisco de rodillas ante el Cru– cifijo de San Damián. Y entonces sucedió el prodigio. De aquella imagen de color partió una voz y al que allí estaba orando le llamó al servicio caballeresco del Crucificado. "Desde aquella hora - dice Tomás de Celano (35) - la compasión del Crucificado quedó tan gra– bada en su alma, que las llagas de la Pasión estuvieron antes impre– sas en su alma que lo estuvieron en su cuerpo. Tenía siempre delante los dolores de Cristo que le arrancaban incesantes lágrimas. Llenaba los caminos con sus sollozos, sin poder consolarse, recordando las Lla– gas de Cristo". (32) BERNARDus ABBAS, De laude 11ovae militiae, Migne, PL, 192, col. 921-940. (33) "Crucifixi milites... Haec enim militia creli et terne typo prrefigurata sola et prrecipua esse videtur, qure vicem Christi in opprobrio su.e crucis doleat et terram sanctam christianis debitam recuperare ab oppressione gentilium se de– vovit." PERLBACH, Die Statuten des Deutsche11 Ordens, Halle a. S., I89o, 23 sig. (34) Bonav., I, 5. (B. A. C., 529.) (35) Ce!. 11, IO sig. (B. A. C., 392.)

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