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;i8 :\HSIONES Trn LOS PP. CA l'l'.C}IJNOS Pío VII que elevara á Sede ::VIetropolitana la Iglesia de Santiago. Como puede suponerse, esta petición no obtuvo inme– diato resultado, ni tampoco en los años inmediatamente siguientes, debido sin duda á los desagradables sucesos acaecidos entre el gobierno de Freire y el primer Vicario A.postólico :'.\Ionseñor :'.\Iuzi. :\las cuando en 1S36 el eminente estadista Diego Por– tales tuvo en sus manos los destinos de la Nación, con anuencia del Congreso y del Senado, suplic(i reverente– mente al Sumo Pontífice la misma gracia, y al propio tiem– po la erección de dos nue\"as I )iócesis, la una en el Norte clr~ la República, desmembrando por este lado la Diócesis d,:: Santiago; y la otra en el Sur, tornando parte del te– rritorio de jurisdicción de la Diócesis de Concepción. El Sumo Pontífice Gregario >:YI, accedió gustoso á un justa petición, expidiendo la Bula <,Bene/iccnt,ssimo a"iz·hw· _/!J oz•1dm!ú,- c,1ns//z'o, fechada el :2 3 de J uní o de l S...¡.o, por la cual se erige en Sede :\Ietropolitana la de Santiago, y nombrando ,Jbtu pn7frú1 > por su primer Arzobispo al entonces \'icario Apostólico Dr. don Manuel \-i-::ui'ía. Recibió.se con gran regocijo en Santiago la noti– cia, y el día 2 r de jfarzo de 18...¡. r se instituyó la Sede A.rzobispal con solemnidad extraordinaria á la que se asociaron con inusitado entusiasmo las autoridades todas, el clero y el pueblo. Procedióse luego á la formación de las dos nuevas Diócesis, según lo co11\'enido con la Santa Sede, ubicán– dolas en la Serena y en San Carlos de Ancud. Desde los principios del gobierno colonial los Obis– pos de Santiago habían administrado las pro,·incias de Coquimbo y Atacama por medio del Párroco :Je la Sere-

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