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¡j] Ü l\lISIO NES DE LOS l'P. CAPUCHINOS rior á los peninsulares de otras regiones, dado lo redu– cido del número de vascos con relación al total de los lnbitantes de España , se establecieron principalmente en las orillas del Plata. Ya hemos visto á Martínez de !rala fundar la Asunción del Paraguay, y á Juan de Garay fundar Buenos Aires; otro valeroso vascón, Mauricio de Zabala, fundó Montevideo. Y mientras los españoles del centro y de levante se distribuían por lo común en los pueblos y ciudades, dedicándose al comercio, á las artes manuales y á la agricultura en pequeña escala, al abrigo del ej ército conquistador, los euzkaldunas salían á la campaña y poblaban el desierto, desafiando las tolderías ele los indios : sentaba mejor á su espíritu altivo y aven– turero la independencia y la lucha con la tierra nunca arada, que luego se veía cubierta de vegetación, y ani– mada por ganado lanar, vacuno y caballar. Los vascos fueron agricultores y pastores : y en esa vida de intenso y oscuro trabajo labráronse las grandes fortu1ns vin– culadas á poderosas familias vasco-argentinas, que hoy figuran en la cumbre de la socied::id. Los tambos, case– ríos de industria lechera, fueron el ensayo de los gran– eles negocios en quesos , manteca y leche, que después es tablecieron los vascos. Ellos fueron los que se de– dicaron á la primitiva industria de la salazón de carnes y cueros, soportando sin desmayos el rudo trabajo que les imponía: y esta industria dió lugar á los frigoríficos, hasta hoy explotados casi exclusivamente por los vascos. Y cuando , en los albores de la independencia argen– tina, el elemento criollo tomó á su cuenta la conquista de la libertad y de la soberanía , los vasco-argentinos fue ron á la cabeza del movimiento. En la primera Junta de Gobierno figuraban don Juan Larrea y Miguel Az-

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