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500 ll[[SJ ,)NRS DE LOS PP. CAPUCHI1'0S En cuanto al P. Mariano, contento con la declaración de la inocencia de les Padres Capuchinos, no se ocupó más del señor Broggi. A fuerza de delicadeza y econo– mías pudo llevar á cabo en la iglesia de N. Pompeya algunas de las obras esperadas: y esta circunstancia explica , al mismo tiempo que su lentitud, la relativa sun– tuosidad que en el templo se nota, impropia de la aus– tera Orden capuchina, que no admite otro lujo en sus iglesias, que la más exquisita limpieza y los adornos es– trictamente litúrgicos. Consiguió completar la magnífica colección de vidrie– ras de Munich, que representan los quince misterios del Sto. Rosario, y están colocadas artísticamente en los <]Uince ventanales de ojiva, correspondientes al tono general de la obra que es gótica, como el esbelto altar fabricado en Barcelona, eu cuyo centro se destaca, (poco airoso por cierto) el cuadro de Nuestra Señora del Ro– sario de Pompeya. El progreso material y moral realizado en el templo trajo por consecuencia el mejoramiento del barrio. Ten– dió,e la red de tranvías por la Avenida Saenz hasta el puente Alsina, que es el límite de la Parroquia y el d ~ la arquidiócesis de Buenos Aires por el lado Sur: co– menzáronse las obras de encauzamiento de la inmunda zanja que pasaba. por delante de la iglesia: obligóse á los propi~tarios á trasladar más lejos sus chancherías; _ y el matadero público se convirtió en hermoso parque: Lis familias más decentes de obreros é industriales levanta– ron casas en la línea de construcción marcada por el Mu– nicipio; y, en una palabra, conocióse que un grupo inffo. yente de la sociedad frecuentaba aquel apartado barrio, que se llamó pronto de t Nueva Pompeya ~.

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