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NUEVA Ponrr;•YA 1895-Jlll 1 jar la fundación de N. Pompeya. A su juicio, el decoro de la Orden y el buen nombre de los Padres humillados ante el público era sobrado motivo para abandonar por fin un empefio, en el que tantas amarguras habían devo· rada, pudiendo trabajar, como lo hacían, en la capital de la vecina República oriental. En consecuencia el P. José de G énova o freci ó la obra á los PP. Salesianos, como los más indicados para satis– facer los anhelos del público en la tan cacareada es– cuela de Artes y Oficios, que sirvió de pantalla á Broggi para sus malas artes y mal os oficios; más los hijos de don Bosco se percataron muy á tiempo del fardo de em– brollos que cargaba sobre aquellos proyectos, y no qui– sieron exponerse á otro fracaso, ni adquirir odiosos y pesados compromisos por un bien problemático, que apenas podrían hacer á costa de grandes dispendios de energía, de personal y de dinero. En vista de aquel la esperada negativa, el P. José pre· sentóse al sefior Arzobispo, poniendo en sus manos la iglesia de N. Pompeya, el convento, el colegio y la ca• pilla del Nifio de Praga ( r). Muy duro se hi zo al bondadoso corazón del Iltmo. se– fior Espinosa aceptar aquella entrega, dejando á los Pa– dres bajo el peso de una sen tencia desfavorable, y con la imborrable impres ión de acontecimientos dolorosos, que les harían record:.ir con vergLienza los día'> que vi– vieron en Buenos Aires. No ignoraba el Prelado la po• pularidad de que gozaban los Capuchinos en Chile y en (1) El soln.r no ed ificado, y los comcnza·fos Tctlle re.s hab ía n siclo entre ;¡;acl is )" fl á la Cu rifl por el señor Br,iggi cuan !lo com enzaron los pleitos.

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