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NUE VA ·p,·,nrPJ.cYA 1895- l ~lll pués que se firmó el contrato y quedó él á cargo de todo, esperando que se construyera el convento para esta– blecer de hecho u•~a pequefia comunidad según las pala– bras de la carta-ofrecimiento. Y cuando se encontró so– lemnemente comprometido ante el público, por las cir– cunstancias ya indicadas, no quiso ponerlas en conoci– mi~nto de Roma, ya porque su entusiasmo primero lo embarazaba, ya porque esperaba que el tiempo despe – jaría el horizonte y podrían eludirse tan graves compro– misos. No podemos pues del todo disculpar al buen Pa – dre por su modo c;!e proceder: es inexplicable que 110 tuviera conocimiento de los folletos , album y opusculitos piadosos, exparcidos profusamente entre la gen te devota y entre los bienhechores de Pompeya; y su error aparece aun más inexcusable, cuando en aquellas circunstancias recibió sin beneficio de inventario tantas obras comenza– das, tantas cuentas pendientes y tantos compromisos pecuniarios, de que aparecía solidario con Broggi. - Descubierto pues el engafio, si así podemos ll~marlcí , el P. Alipio, en espera de los acontecimientos, · reunió por su cu<;n ta una comisión de caballeros con el fin de colectar limosnas para levantar el convento, creyendo que la caridad pública acudiría con esplendidez á su cle– manda ; pero se equivocó : las limosnas no fueron tan abundantes, como la necesidad pedía; pues al público no se le había dicho en forma alguna, que se levantaría un convento de frailes , sino un gran colegio para nifios po– bres : un internado que podría cobijar hasta 400 nifi os, y que los PP. Capuchinos estarían al frente de todo. Alegando este aspecto de la obra, el P. Alipio acu– dió al Gobierno pidiendo subvención de la Lotería nacional , y se la concedi ó; pero esto lo comprornetia á
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