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35 con que fué recibido por el Gobierno, que' aprobó todas las facultades que traía :VIons. :\Iuzi sin exigir siquiera d c.1:equdtur para que pudiera ejercerlas. A. los pocos días publicó una hermosa Pastoral dirigida á los católicos de Chile, proclamando sin arnbajes la ne– cesidad absoluta de reconocer al Sumo PontíMce corno centro ele unidad religiosa entre los cristianos, sin que fuera óbice la nacionalidad ni forma alguna ó régimen ele gobierno. Este apostólico documento fué escuchado con profun~ da veneración por todos los fieles no sólo en Chile sino en todas las colonias emancipadas, é hirió ele muerte los amagos de cisma sostenidos y alentados por el impío Henríquez. Todo quizá hubiera seguido bien, gracias á la exqui– sita prudencia del Vicario y á la perfecta armonía de pensamiento y acción con el Iltmo. Prelado Diocesano, si un cambio político no hubiera trastornado tan felices comienzos llevando á la jefatura del gabinete á dos ge– nerales liberales regalistas. Eran estos los señores A. Pin– to y Ramón Freire; el primero había sido desgraciado en la expedición que Chile mandó al Perú para ayudarle á conquistar su independencia; y el segundo había sido de– rrotado en el Sur de la República en su expedición con– tra los últimos atrincheramientos de los realistas españo– les, fortificados en \Taldi,·ia y Chiloé. Estos señores emprendieron campaña contra lalglesia, pretendiendo desde luego, con celo dignu de mejor causa, la reforma de los Regulares. los cuales, según decían, ~staban muy apartados de su vocación por culpa de sus rentas y cuantiosos bienes; esto era lo que interesaba principalmente: y no recordaban que el Vicario Apostó-
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