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:1;;! nI18IO,NE,.; 1H! LOS l'l'. CAPCCHINOS ocupado por espacio de tres siglos, se afianzaran más en sns malquerencias con la jerarquía eclesiástica, no obstan– te de ser en el fondo del alma católicos sinceros, en su mayor parte. :\Ias no acertaban á comprender cómo po– cha subsistir la unidad de la iglesia bajo el gobierno del Papa sin menoscabo de la soberana independencia, que ellos habían conquistado para su patria: y como por otra parte los buenos, y el mismo clerc, no ,·eían modo de sostenerse sino apoyados en el poder secular, como lo habían ,·isto siempre bajo el Gobierno· de España, se acomodaron fúcilmente éi: ·que el Gobierno de la Repúbli– ca ejerciéra sobre la Iglesia atribuciones que encontra– baú justificadas y sancionadas por las costumbres. El primer efecto de estas falsas disposiciones, de estos errores de hecho y de derecho, que embrollaban todas las ideas, frw la persecución contra el apostólico y dignísimo ( lbispo de Santiago, don José Santiago Rodríguez Zorrilla, quien tildado de realista por su energía en defender sus derechos frente á las i1wasiones ele los nue,·os regalistas, fu(~ desterrado de la República por el pómer l )irector Ceneral <lon Bernardo ( l'Higgins, \'Cncedor de :\Iaipú. Por el mismo motiYo fueron suprimidas las misiones que los Padres Franciscanos tenían en Cb.iloé y parte Sur del territorio. 1 )ispersos los religiosos, c¡uedú deshecho el_soiiado com– plot anti-patriótico, que era la pesadilla de aquellos gran– des hombres, dominados por la idea d$: su legítima y bien conquistada_ soberanía. El clero estaba dividido en medio de aquella confusión; un intruso se había apoderado del gobierno de la Diócesis de Concepción, y otros muchos males amenazaban la paz religiosa en el país. <YHiggins co quería llegar á estas consecuencias; era católico y dt::

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