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426 JIIISIONES DF. LOS PP. C-APUCHINOS dóciles al llamamiento de la religión, en cuyo nombre los ministros protestantes hacen verdaderos estragos en sus ánimos desprevenidos é ignorantes; lo cual aumenta las dificultades del misionero católico, y la necesidad de so– correr periódicamente los lugares así amenazados. Las dificultades materiales y morales varían según las regiones , siendo, por lo común, mayores en el Sur que en la zona media de la República; los misioneros deben e.le andar casi siempre largos caminos á caba- 110, á poco que se separen ele la da férrea; á caballo deben acudir á los enfermos durante la misión, y, en la misma forma, llevar con frecuencia la SS . Eucaristía y la Extrema-Unción; amén ele algunas privaciones que en ocasiones se presentan, sobre todo en Farroquias muy pobres, ó en capillas donde no hay cura, como les ha su • cedido á muchos y al que esto escribe, de tener que p~– dir limosna desde el púlpito: limosna que no ha faltado ni falta nunca: pues el pm.blo chileno es eminentemente hospitalario y generoso, sobre todo, tratándose de ayu– dar á la ig-lesia y á sus ministros. Esta religiosidad es un consuelo 110 despreciable, que anima al misionero á trabajar gustoso entre los campe– sinos á pesar de su rudeza, á veces muy extremada, y de su falta de aseo, que no es poca. Ya indicamos más arriba, que, además ele las mi~_io-, nes ele las Curias diocesanas los graneles hacendados chi– lenos, acostumbran á proporcionar á sus inquilinos y trabajadores el beneficio de las misiones cada uno, dos, ó tres años. Cuando para dio no tuvieran otra razón, les movería el asegurarse contra los .robos é infidelidades de sus trabajadores, cuya conciencia cristiana se ilustra y
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