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30 Jl!l8IONES JJE LOS PP. CAl'L'CH!NOS El mismo Rey perseguidor de los ínclitos hijos de S. Ignacio mandó preparar en Espai'ía una numerosa ex– pedición de Franciscanos, que llegados á Chile y reuni– dos con sus hermanos del colegio de San Ildefonso de Chillán bajo la dirección del P. Fr. Angel de Espifieira, comisario y prefecto á nombre de la Congregación de Propaganda Fide, tomaron á su cargo aquel vasto cam– po de acción evangélica en los territorios de Concepción, Araucanía, Yaldivia é Islas de Chiloé, trabajando con todo empei'ío, tanto que en 1787 tenían visitadas todas las islas y el continente, y administrados los Sacramen– tos ,í 26,685 cristianos que había diseminados en ellas, continuando su apostolado con el mismo ó mayor fruto que sus dignos antecesores, hasta principios del siglo XIX en que sufrieron rudo golpe con motivo de la guerra de la Independencia. Solamente la iglesia católica con la inagotable vitali– dad del EYangelio, pudo hacer frente á las vicisitudes por– que ttffo que pasar el apostolado entre los invictos arau– canos. II. La lglesiii en la Inilependencia.-Relacioues y con– llictos con la Sauta Sede Cuando en los comienzos del siglo XIX los primeros síntomas de la Revolución comenzaban á hostilizar el se– cular régimen establecido en las colonias hispano-ameri– canas, la religión católica había arraigado profundamente en las costumbres de aquellos pueblos adultos ya, y que se sentían con vigor para vivir independientes de la ma– dre Patria. No obstante los organismos de la iglesia se resentían de la influencia opresora de las regalías que se había arra-

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