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E:-f CHILE J !)03-1911 423 todo, muy respetuosos con el sacerdote. Es verdad que su degradación moral es grande, á causa del abandono en que viven, y del género de vida que hacen en sus pobres casas , donde, por lo común, la familia habita en un amon– tonamiento muy propicio al desarrollo de todos los malos instintos. Esto y la embriaguez, vicio capital que l9s do– mina, los coloca en situación anormal , para que sus obras correspondan fielmente al espíritu religioso que conservan en sus almas, y que con frecu encia degenera en manifes– taciones supersticiosas , resultado de la ignorancia y de ciertos resabios indígenas de los aborígenes , cuyos ras– gos fi sonómicos llevan todavía, mezclados con la arrogan– cia y esbel tez del tipo español , heredado de los conquis– tadores y colonizadores . Tales son los fieles cristianos encomendados casi totalmente á la acción bienhechora de los misioneros, lo mismo en las Parroquias rurales, que en las grandes haciendas agrícolas desde la provin– cia de Tarapacá hasta el Cautín. Las misiones de las Parroquias rurales corren á cargo de las respectivas Curias diocesanas, que las distribuyen en tre las distintas Congregaciones religiosas, á las cua– les dan por su trabajo un módico estipendio. Cuando los p rimeros Capuchinos comenzaron estas correrías, ( r 853) según se dijo en el cap. V, eran casi solos en la p redi– cación del campo; y según el mayor ó menor número de Bacerdotes con que contaba la Comunidad, predicc1.ban a nualmente cuarenta ó cincuenta misiones; y esto por e spacio de treinta años . Los Capuchinos españoles, no han sido todavía tan numerosos como lo fueron los italianos en sus principios ; y por esta rnón apenas . han podido ·prédicar anualmente de veinte á treinta

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