BCCCAP000000000000000000000204

412 ilIISlONES DE LOS PP. CAPCTCHINOS de Génova, á quien repetidas veces hemos encon trado en las páginas de esta historia, trabajando co11 los in– dios, y reseñando curiosas memorias de las Mis iones. Retirado después de treinta aiios de ruda campaña lo encon traron los PP. españoles en Santiago, y desde el primer momento ofrecióse como incondicional coopera– dor de sus iniciativas . Invitado ~)or el P. Custodio, fué luego á formar par te de la pequeña comunidad de Cons– titución, donde hasta el pres en te ( r 9 r r) trabaja sin des – canso y con edificación ele propios y ex traños . El R . P. Vito A. de Gioya, procedente de la misión de Montevi – deo, donde estableció y propagó el cul to de San Anto– nio ele Pa9ua, con tal en tusiasmo, que éste e ra su distin • tivo y la nota característica de su ministerio sacerdo tal , que honraba además con su espíritu candoroso, y con la elocuente unci ón evangél ica que distinguía su sencilla predicación; continuó en Santiago la propaganda anto– niana hasta tres años an tes de su muerte, acaecida el día 4 de Octubre de 19 ro, á la avanzada edad de 7--1- años. Más joven que los precedentes y venido también de Montevideo en los úl timos años del gobierno del Padre .-\lberto, formaba parte ele la comunidad de Santiago, el R. P. Ildefonso de Scarperia, el cual, al frente de la V. O. Tercera de San Francisco, ayudó á los nuevos Superiores hasta el año 1908, en que fué destinado de nuevo á Montevideo . Ya dijimos el nombre del superior que entregó su go– bierno al P. Lucio, y que fu é mandado á Italia en ·1907. A los nombres citados hay que añadir el de un vénerable anciano, cuyo recuerdo hemos dejado el último, porque queremos que sea más detenido. Era el R. P. Fortunato de Liorna, llegado á Chile como misionero de la Arau-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz