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E;'/CHII.E J88Ü-l\)Ü3 ce n el espectáculo de lo sublime ele la naturaleza, por la variedad de las maJ· estuosas l)ei'ias sueltas v rocas o-i,1·an- J .::, ,...., tescas, que parecen puestas por una táctica sobe rana como e.le a\·anzacla, que haga frente á las furiosas olas del Océano: el cual se precipita día y noche bramando y r ompiendo contra ellas inmensas moles de agua, que sal– tan en blanca espuma y polvo convertidas. Con dificul– tad se encuentran d,1s puntos ele vista idénticos en el reducido esp-:1.cio de tres ki lóme tros, que mide la playa de Constitución; hay \·erdadero lujo de pe rspec ti\·as siempre nuevas, donde admirar la grandeza y sabiduría del Creador. Las gigantescas y graciosas moles que reciben los ru– dos embates del Océano, hacen que las orill as sean relati– vamente tranqui las, m11y acomodadas pa ra fo rmar uno ele los mejore s puntos de bai"i os que se conocen en Chil e. Por esto y por la salubridad del clima, afluyen veraneantes, cada afio en mayor número, los cuales ,-an cambiando paulatinamente el aspecto silencioso y patriarcal ele aque– llos senci llos pescadores; pero indudablemente la ciudad progresa y progresará más cuando se habilite el magn ífi– co puente sobre el l\faule, que dará acceso directo por las vías férreas, hoy servidas por vaporcitos ele trasbor– do de la orilla norte á la orilla sur del río, donde está edificado el pueblo. Fué, pues, previsor el sefior Albornoz al procurar oportunamente á sus queridos paisanos y feligreses au- xilios espirituales más abundantes que los que un cura puede prestar ordinariamente en Parroquias que crecen como la de Constitución; por donde se ve que la misión encargada á los Capuchinos en aquel hermoso puerto es importante, y les obiiga á trabajar con gran celo.

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