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i~ JlllSiu;>;E,l U_E LU:'l l'l'. l.'Al'FCUTN"OS rio acudir al Sumo Pontlfice Paulo \- propnnié·ndole la anexión proYisional de su I liócesis ;i la de Santiago. Concediólo el Papa, y trasladado el sef'íor Lizarrag·a al Episcopado de la .\sunci('m en el Paraguay, la I )iócesis de l1nperial ó Concepcion fué gobernada por los obis– pos de Santia•~·o hasta el afio 1623 en que le fué cb.(10 Obispo propio con el nombramiento de Fray Gerónimo Oré de la Orden de :\Ienores. l lesde entonces la Sede episcopal de C()ncepción no ha sufrido otra modificaci1m hasta los días de la independencia, sino el haber sido trasladada en 1 1 1}..J-, ~i una con la ciudad, al lug·ar que ahora ocupa en un ,·alle proxi1~1u ;i Penco, llamado ele la :\locha, después del violento terremoto que destru– yó completamente la antiguzi. construcción, inunc!zi.cla adenüs por el mar c¡ue salió fuera c~e sus límites. Todas las Ordenes religioszi.s trabajarun incansables en ambas l)iócesis por asegurar perpetuamente el triunfo del EYang·elio. Los 1 )omínicos. Franciscanos, ¡\gustinos, }Iercedarios y Jesuitas rivalizaron en sus tareas apostóli– cas con santa emulación, ele tal manera que dieron a la Iglesia la mayor parte ele los prelados, y cidizaron a Chi– le propagando la· f•c: de Jesucristo, y leYantando los prime– ros y casi unicos centros de enseii.anza que se conocieron en el país hasta (ines del siglo XYIIL 1 [ubo que lamen– tar defecciones, discordias y ri,·alidades, miserias anexas á la pobre condición humana. Sobre todo en el último medio siglo antes ele la Independencia, 1as ( )rdenes reli– giosas decayeron sensiblemente de su espíritu, debido, como dice un sesudo historiador chileno ( 1 ), á la debili- (1) llon Josi· Ip:nacio \'íctor 1,:;yzaguirre en su historia ele la lgle,-ia de Chile, editada en \-alparní~o en l,"i.íll. Tomo ~-º, c. VI, pilg. mu.
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